Hace unos días se celebró en Querétaro el II Foro de Diálogo Abierto organizado por la Comisión Pastoral de la Comunicación del Bajío. El tema no puede ser de mayor actualidad: “El comunicador, la democracia y la participación ciudadana en México”.
Más allá de la exposición frente a cien comunicadores católicos —o católicos que son comunicadores— del Bajío (León, Irapuato, Celaya y Querétaro), me pareció pertinente una de las preguntas que me hicieron al concluir mis disparates. “¿Qué se puede hacer para ejercer un voto razonado en las próximas elecciones?”
Mi respuesta fue la siguiente: lo que podemos hacer, como católicos, como ciudadanos y como comunicadores es no apostar por “el mal menor”, sino hacerlo por “el bien posible”, aunque sea modesto. Creo que es una idea que puede apaciguar muchos ánimos y sortear la polarización ambiente no con elegancia, sino con un fuerte sentido de responsabilidad. Lo que el panorama político nos plantea casi nos obliga a buscar el o la menos malito / a , que no se pronuncie ni ataque (desde el punto de vista católico) a la vida, la familia, el concepto de matrimonio o la educación como derecho de los padres de familia. Ponemos toda la confianza en ella o él y a la hora de la hora…
Pensar y actuar en base al bien posible nos arroja a desprendernos de “lo que nos dicen” y a informarnos, no solamente del candidato, sino del contexto histórico, de la proyección del País, del Estado, del Municipio, pero pensando en los demás, más allá de mis intereses y de mis filias o fobias. Es cuando comenzamos seriamente a emitir opiniones centradas. Cuando podemos hacer que haya una auténtica democracia, que consiste en la construcción del bien común no como suma de los bienes individuales, sino como un camino hacia la verdad, el bien y la belleza. Cuando, como decía el cardenal Bergoglio, podemos sembrar “mansamente” humanidad en el corazón del otro.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de octubre de 2023 No. 1476