Por Mauricio Sanders

Por ahora, lo único con que contamos los simpatizantes de la oposición es una retadora con posibilidades de ganar. Los ciudadanos, dispersos en miles de asociaciones, hacemos mucho ruido, pero damos pocas nueces. Aun así, podemos ganar. Claro que podemos. Pero también podemos perder. Debemos estar preparados. ruido, pero damos pocas nueces. Aun así, podemos ganar. Claro que podemos. Pero también podemos perder. Debemos estar preparados

Para prepararnos, podría ser útil tener a la mano una lista de perdedores. Primero que avenirse a participar de una injusticia por parte del gobierno de Estados Unidos, Henry David Thoreau perdió y, por perder, fue a dar a prisión. En Sudáfrica, Nelson Mandela perdió, antes de ver derrumbarse el apartheid. Antes de que se desmoronara el régimen comunista, perdieron Lech Walesa en Polonia y Vaclav Havel en Checoslovaquia. El Dalai Lama ha perdido contra la aplanadora China. En este país, perdió y perdió Salvador Nava. Efraín González Luna muchos años y muchas veces perdió. Antes de llegar a convertirse en el Mahatma, el Alma Grande, Mohandas Gandhi perdió.

Si los simpatizantes de la oposición llegamos a perder, ¿qué perderíamos? ¿Qué se juega de verdad en la elección de 2024? ¿La suerte del país? ¿La de tu familia? ¿Está en juego tu destino personal? Un filósofo estoico o un monje budista te dirían que no, por lo menos en sentido trascendente. Pero para sacar provecho de esto que se nos viene encima, conviene considerar que se juega muchísimo más de lo que somos capaces de imaginar.

En algún lugar del corazón humano

En 2024 se jugarán el crecimiento del PIB, el ingreso per cápita, la inversión extranjera directa, la productividad y la competitividad. Se jugarán las tasas de inflación, interés y desempleo. Se trata de cuestiones importantes, pero no la más importante. Estarán en juego el bienestar y la seguridad, que son importantes, pero no lo más importante. Se jugará la calidad de los servicios públicos, pero quizá escuelas y hospitales no sean lo más importante que estará en juego.

Lo más importante que se jugará es la raíz, la fuente y el origen de esos bienes y todos los demás. A la raíz, la fuente y el origen fueron los perdedores. Por ellos, podemos recordar que, si bien los asuntos públicos y el cuerpo social están relacionados con estimaciones y proyecciones, con índices y coeficientes, con presupuestos y legislación, no brotan, no manan y no nacen de ahí.

Los bienes que nos darán paz, tranquilidad y satisfacción brotan, nacen y manan de algún lugar del corazón humano. Desde ese lugar habló aquella anciana que, habiendo perdido por la segregación racial en los autobuses de Alabama, caminó y caminó, en solidaridad con el boicot al que convocó Martin Luther King tras el arresto de Rosa Parks. Muy cansada de caminar, la anciana tuvo la fuerza para decir al chofer de autobús que la invitó a abordar: “No, gracias. Los pies me duelen, pero mi alma descansa”.

Así diciendo, la anciana ganó, porque hay juegos en que, quien gana el mundo, lo pierde todo, pero el que lo pierde gana al final. La democracia es un juego así. Los que votaremos por la oposición deseamos el triunfo electoral. Pero si también, como Mandela o Gandhi, anhelamos la victoria moral, seremos invencibles, aunque nos puedan derrotar.

Más borlote en: www.mauriciosanders.com

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de octubre de 2023 No. 1476

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