Por Arturo Zárate Ruiz
No son pocos los hombres que se sienten muy machos tras comerse, como Jorge Negrete, el durazno de corazón colorado. Alardean porque se chuparon el limón, más aún por tirar de prisa su cáscara. Pero por abalanzarse a mordisquear el pastel acaban ignorando que hay una fiesta y no van ella. De lo que se pierden. Serán como la Bikina, que por altanera y orgullosa no conoce el amor.
El amor es muy bonito. Lo es ya el enamorarse. Entonces uno como que empieza a flotar en las nubes y a cantar “son tus perjúmenes mujer, los que me suliveyan”. No sabe uno ni qué decir: “Te traigo estas flores, porque no encontré palabras, palabras de amor que no sé cómo explicarlas; y cuando te acercas, me lleno de miedo; me da mucha pena, será que no puedo decir lo que siento yo”.
Uno se anima e inicia el cortejo: “Que se quede el infinito sin estrellas, o que pierda el ancho mar su inmensidad, pero el negro de tus ojos que no muera, y el canela de tu piel se quede igual; si perdiera el arcoíris su belleza, y las flores su perfume y su color, no sería tan inmensa mi tristeza como aquélla de quedarme sin tu amor: me importas tú, y tú y tú, y solamente tú”.
Se llega así al noviazgo: “Somos novios, mantenemos un cariño limpio y puro; como todos, procuramos el momento más obscuro para hablarnos, para darnos el más dulce de los besos, recordar de qué color son los cerezos; sin hacer más comentarios, somos novios”.
Ocurre además lo que debe de ocurrir: “cuando me enamoro yo le doy la vida a quien se enamora de mí, y nadie en el mundo podrá convencerme de que me separe de ti”.
También, sabemos lo siguiente: “Toda mi esperanza eres tú, eres tú, como lluvia fresca en mis manos; como fuerte brisa eres tú, eres tú; así, así eres tú; eres tú como el agua de mi fuente, eres tú el fuego de mi hogar; eres tú como el fuego de mi hoguera; eres tú el trigo de mi pan; como mi poema eres tú, eres tú; como una guitarra en la noche; todo mi horizonte eres tú, eres tú; así, así eres tú”.
Todo se ve hermoso a la luz del amor que se disfruta: “adoro la calle en que nos vimos, la noche cuando nos conocimos, adoro las cosas que me dices, nuestros momentos felices, los adoro, vida mía; adoro la forma en que sonríes, y el modo en que, a veces, me riñes; adoro la seda de tus manos, los besos que nos damos, los adoro, vida mía; y me muero por tenerte junto a mí, cerca, muy cerca de mí, no separarme de ti; es que eres mi existencia, mi sentir, eres mi luna eres mi sol, eres mi noche de amor”.
Te alegras por saber bien que hay alguien en quién confiar: “Pocos amigos que son de verdad, cuanto te halagan si triunfando estás, y si fracasas bien comprenderás, los buenos quedan los demás se van”.
Las ausencias se vuelven súper ausencias: “Esta tarde vi llover, vi gente correr, y no estabas tú; la otra noche vi brillar un lucero azul, y no estabas tú; la otra tarde vi que un ave enamorada, daba besos a su amor ilusionada, y no estabas… El otoño vi llegar, al mar oí cantar, y no estabas tú”.
Y los recuerdos se vuelven súper recuerdos: “Que un viejo amor no se olvida ni se deja, que un viejo amor de nuestra alma sí se aleja, pero nunca dice adiós, un viejo amor”. O también: “No existe un momento del día en que pueda olvidarme de ti, el mundo parece distinto cuando no estás junto a mí, no existe melodía en que no surjas tú, ni yo quiero escucharla si no la escuchas tú; es que te has convertido en parte de mi alma, ya nada me conforma si no estás tú también; más allá de tus labios, del sol y las estrellas, contigo en la distancia, amada mía, estoy”.
Al final, por el amor, los que algún momento fuimos dos, somos uno: “Ha nacido en mi rancho, dos arbolitos, dos arbolitos qué parecen gemelos; y desde mi casita los veo solitos bajo el amparo santo y la luz del cielo; nunca están separados, uno del otro, porque así quiso Dios que los dos nacieran, y con sus mismas ramas se hacen caricias cómo sí fueran novios que sé quisieran”.
¡Hombre, no seas cobarde y menos orgulloso! ¡Atrévete a amar de verdad!, que enamorarse y aún más amar son muy hermosos.
Imagen de Rafael Ramírez en Pixabay