Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Apropiarse de la mente y del corazón de las personas para ejercer un dominio como si se fuera su dueño, es un riesgo que se da y frecuentemente no se pone en evidencia. Se pierde el don precioso de la libertad, don de Dios a toda persona humana.
Así podemos notarlo hoy en los ‘youtubers’, o aquellos que a través de la plataforma digital de ‘youtube’ ejercen cierta influencia, que incluso se les da el término de ‘influencers’. Crean opinión o la manipulan según sus propios intereses o según sus supuestos ideales.
Esto acontece en el amplio marco del fenómeno humano contemporáneo.
Lo religioso, no está al margen. Hay influencers que atacan a la fe cristiana y católica, incluso eclesiásticos o laicos que se sienten los paladines de la ortodoxia y propician la división y el enfrentamiento. Atacan el magisterio del Papa Francisco, o la validez del Concilio Vaticano II y similares. Propician el desprecio y la sospecha.
En este tiempo previo al Sínodo convocado por el Papa Francisco, arreciaron sus críticas. Por supuesto que no entienden que lo constitutivo de la Iglesia, además de otros elementos, es la jerarquía y sus implicaciones. La ‘sinodalidad’ es un modo operativo de ser Iglesia y de caminar juntos en comunión de amor y de fe en Jesús, en apertura al Espíritu Santo, como Pueblo de Dios, jerarquía y files cristianos, en esa búsqueda de promover la comunión entre todos de modo que el Reino de Dios se haga presente en todos los corazones hoy.
El Papa Francisco en su mensaje de apertura, nos insistió, ‘no es un acto parlamentario’. No se trata de eliminar los contenidos de la fe bimilenaria, sino profundizar en ella para hacerla asequible a la mayor parte de la humanidad, según las circunstancias actuales.
Las reuniones anuales de Iglesia a nivel diocesano que tenemos en relación al plan de pastoral, es una muestra práctica de la ‘sinodalidad’ diocesana.
Cuántos hoy en día se sienten los ‘dueños de la viña’ (Mt 21, 33-43), en cuestiones de la fe, de la liturgia y de la moral y fracturan la unidad, creando esa confusión en el pueblo sencillo de los fieles cristianos.
Es necesario vivir el gozo de la comunión de fieles y jerarquía, -con el Papa, el Obispo y los obispos en comunión con el Papa en los que pervive el Colegio de los Apóstoles, en el pensar y en el actuar, en entrega y fidelidad a Jesús y a su mensaje.
Rechazar a Dios es rechazar a su Proyecto en Jesús; es también rechazar al ser humano. El mensaje de Jesús es la ‘comunión’, amar como él, servir como él.
El elevar la propia teoría que vulnere la comunión, se fractura la unidad querida por Jesús, se rechaza a Dios y se termina rechazando a la persona humana. Dios quiere recoger frutos de la verdad, de la nobleza, de la justicia, de la caridad, de la generosidad, de lo honrado, de lo virtuoso, de todo aquello digno de la persona humana, como la paz, la solidaridad, la búsqueda efectiva del bien común y la protección de nuestros hermanos vulnerables, como los niños, los pobres, los enfermos, los migrantes.
No podemos olvidar también ciertas posturas ideológicas que han permeado en la cultura de nuestra sociedad como la ciencia y la tecnología,-el cientifismo, como la panacea del progreso en búsqueda del paraíso soñado y por recobrar; las liberaciones de corte marxista, que no ceden en sus propósitos a pesar de sus evidentes fracasos que por liberar al pueblo pobre proletario, se crea en la práctica el monstruo del estado omnipotente, omnipresente y omnisciente, sustituto de Dios; el freudismo que propicia la libertad instintiva lejos de la opresión del ‘superego’ ético y religioso, creando más bien mayores frustraciones y neurosis.
El ‘loco’ de la ‘Gaya ciencia’ de Nietzsche (1844-1900), cuyo tema central es la muerte de Dios, no pierde su actualidad: ‘¿Dónde está Dios? Yo se los voy a decir. ¡Nosotros lo hemos matado, ustedes y yo!… ¿A dónde nos dirigimos nosotros?’
La hiperinformación mediática y digital, ha roto todos los limites, de espacio, de tiempo, de cultura; a Dios se le deja afuera. ¡Cuántos hoy en día han perdido el discernimiento de lo esencial! Esto ha provocado el vacío existencial. Los nuevos dueños de la viña, de la humanidad, nos han dejado con el corazón vacío y carentes de la comunión y de la comunidad humana, del calor familiar, privados del sentido de la trascendencia y de la esperanza.
La negación de Dios lleva necesariamente a la negación del hombre; la afirmación sensata y humilde de Dios nos lleva a la afirmación del hombre y sus valores.
Reconozcamos al Dueño de la Viña,-al Padre Dios, a sus profetas, a sus enviados; aceptemos plenamente al Hijo del Dueño. No pretendamos ser dueños de la propiedad que no nos pertenece; somos servidores. Nada más.
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