Por Arturo Zárate Ruiz
Se te dice que apoyes lo local, comprándole, por ejemplo, sus productos al vecino. Que así promueves la economía de la comunidad, consigues productos más frescos y sanos, estrechas la amistad con quienes viven cerca de ti, cuidas el medio ambiente y conviertes lo que son eriales en jardines.
Estoy de acuerdo en que es importante llevarse bien con los vecinos, es más, en consolidar lazos de amistad que fortalezcan mi comunidad. Tengo, sin embargo, mis reservas sobre todo lo demás.
Se nos acusó, en algún tiempo, a quienes vivimos en la frontera de Estados Unidos de “traidores” por elegir trabajar para empresas extranjeras, como las maquiladoras, en vez de para empresas locales, de nuestra ciudad. ¿Qué prefiere usted, trabajar para un empleador nacional o para uno extranjero que le paga el triple con muchas mayores prestaciones, allí mismo, donde usted vive? En Nuevo Laredo escasean los choferes para transporte citadino porque las empresas exportadoras internacionales les pagan mucho mejor.
¿Comprar en la tiendita del vecino? Dizque te vende tomates locales, pero muchas veces traídos desde China, al doble del precio de una tienda de conveniencia cercana, y al triple del supermercado. Las grandes cadenas no pocas veces tienen los precios más bajos por sus redes comerciales muy amplias. Sin auto, en Wisconsin —pudo ser también en México— me veía obligado a comprar muchas cosas en una tiendita cercana. A su dueño le decíamos terrorista, no por palestino —líbreme Dios— sino por sus precios.
Compro obras y asisto a presentaciones de artistas locales, porque los conozco a ellos y los quiero. Pero muchas veces no han trascendido lo local porque no han alcanzado los estándares de calidad reconocidos internacionalmente. Hollywood raramente es bueno por la profundidad de sus mensajes, sí frecuentemente por la excelencia de sus producciones: les meten a ellas mucho dinero. Los locales muchas veces ni lo uno ni lo otro.
Que cultives tu propia huerta y que si no tienes espacio lo hagas en macetas en tu propio balcón. Suena muy dulce, ecológico. Pero muchos mexicanos ni balcón tienen, y si lo tienen, por su precariedad, lo convierten en recámara para el abuelo que ahora cuidan.
En cualquier caso, hay maneras de fomentar lo local. Tal vez sirva el repensarnos no como consumidores, espectadores de lo local, sino como actores. He allí los equipos deportivos. La opción no es sólo mirar el fut en la tele, aun mejor es salir a jugarlo con los amigos, aunque nos tropecemos más con el balón que patearlo. He allí los grupos musicales, de teatro y de baile en muchas escuelas: rondallas, bandas colegiales, mariachis. No son mejores que muchos artistas de moda. Pero ¡cómo se divierte uno cuando uno participa en ellos! Es sabroso ir al mejor restaurant e inclusive a comer tacos, pero ¡qué fiesta de sabores si nos reunimos familiares, vecinos o amigos y cada cual trae su mejor platillo para celebrar! No conseguiremos ser famosos internacionalmente, pero ¡qué gozo hacerlo!
Además de así pasarla bien, fortalecemos los lazos comunitarios.
A nivel parroquial pueden promocionarse este tipo de grupos y encuentros. Quiero destacar la importancia de los grupos de artesanos. No sólo en el Medievo, también durante el Virreinato aquí en México, fueron los artesanos locales quienes solían construir las iglesias y decorarlas. Ya no es común que ocurra así. De impulsar estos grupos hoy, se requeriría también crear e impulsar escuelas artesanales de ebanistas, ceramistas, expertos en vitrales, entre otros. Muchas habilidades de los artesanos antiguos casi se han perdido, como las de los escultores de pasta de maíz en Michoacán.
Habría que cuidar también el buen gusto y la expresión de sana doctrina. Después de todo, serían templos los receptores de ese arte. Al final, por el elemento local, se fomentarían no sólo los lazos comunitarios, también la identidad, por surgir así un estilo propio en cada lugar. Sobre todo se lograría que de ser meros consumidores nos convirtamos en actores que dan vida a su ciudad.