Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Hoy con la información a la mano nos auto constituimos en maestros incuestionables. Además, de antemano flota en el ambiente un pertinaz relativismo. No hay verdades absolutas, en todo caso cierta veracidad y una supuesta sinceridad; importa más la subjetividad que la objetividad misma. En ese espíritu como caña movida por el soplo de un gurú, no existen normas morales absolutas. Es bueno, así piensan algunos, lo que se afirma en los medios machaconamente fieles deudores de una ideología.

No es menos en el campo religioso. Los preocupados por la ortodoxia de los contenidos doctrinales, se lanzan contra la praxis de la ‘sinodalidad’ del Papa Francisco, contra su línea incuestionable de la misericordia y su apertura universal a todas las personas humanas.

Rabinos soberbios de ayer, maestros fariseos de hoy.

Quizá lo más penoso, la enseñanza de los autonombrados doctores o de títulos académicos en los centros de enseñanza teológica, e incoherentes descarados en la vivencia del Evangelio de siempre: ’En la catedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra…Todo lo hacen para que los vea la gente…’ (Mt 23, 1-12).

Jesús es el Maestro por excelencia que nos dice qué y quién es Dios, y qué y quien es la persona humana. Él mismo es la Revelación misma de Dios, porque es el ‘Logos total’ como lo enseña san Justino y él mismo es la Palabra encarnada, Hombre como nosotros y con nosotros, como lo enseña y proclama el Credo, ‘Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu, se encarnó de María, la Virgen y se hizo hombre.’

Él extiende toda la Alianza de Dios con Israel, con toda la humanidad, como enseña san Buenaventura, en el recuerdo que hace de él Joseph Ratzinger, nuestro querido Papa Benedicto, q.d.D.g.

Ser discípulos del Divino Maestro, implica vivir con él, pensar como él, sentir como él.

Solo Dios en sí mismo es la Verdad absoluta, el que norma nuestra conducta. Dios auto revelación en Cristo, es nuestro Camino, la Verdad y la Vida. Él es la Ley absoluta. Si queremos trasmitir ‘su verdad’ debe de ser necesariamente en el respeto y la caridad, porque Dios es Amor, Dios es Misericordia, Dios es Ternura.

El Espíritu Santo, es el Espíritu de Jesús; es el Maestro interior quien nos lleva a tener como referente a Jesús y a vivir nuestra comunión con el Papa y con el Obispo, es decir, con todo el Colegio Episcopal en quien pervive el Colegio de los Apóstoles.

La Iglesia y la humanidad necesita más que teólogos, moralistas y maestros de la hiperculturalidad, a creyentes humildes y de corazón en Jesús, el Maestro de ayer, de hoy y de siempre. Una Iglesia comunión y comunidad de creyentes en el amor fraterno, en el servicio mutuo, en la alegría y en la amistad, lejos de toda diatriba y sospechosismo.

Que con san Juan Pablo II,-Veritatis Splendor, resuene la voz del Dios que ‘solo es el Bueno’ y que ‘solo es Amor’.

 
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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