Por Raúl Espinoza Aguilera

Se le llama postrimerías a las cuatro últimas etapas por las que ha de pasar el ser humano: muerte, juicio personal de Dios, infierno y cielo y que se recuerdan en este mes de noviembre. Voy a centrarme en el tema de la posesión diabólica que ha tocado el Papa Francisco. Nunca he presenciado que un Papa haya advertido tanto sobre la presencia real de satanás y el infierno.

Ha insistido que satanás no es un concepto abstracto o difuso sino una “persona” con la que no se debe dialogar. Si un individuo comienza a buscar la comunicación con satanás “está perdido” porque es más inteligente que cada uno de nosotros. Y si se comete el error de pedirle favores, puede ser que los conceda, pero el precio es muy alto “porque te rodea, te rodea, te hace dar vueltas la cabeza y estás perdido (o confundido) porque lo que quiere es tu alma para llevársela al infierno”. Todo católico debe cortar radicalmente con el demonio porque es muy sutil, imperceptible en sus ataques y nos hace imaginar que lo malo no lo es tanto y que lo bueno no vale la pena hacerlo porque parecemos “viejas beatas”. Esto lo describe magistralmente el escritor inglés C. S. Lewis en su célebre libro Cartas del diablo a su sobrino.

“Francisco es el Papa que más ha hablado de satanás en el último siglo”, afirma el corresponsal en Roma y del Vaticano, Jesús Colina (“El Debate”, 14-04-2023). Esto constata la cizaña que trata de introducir en la Iglesia al comentar el exorcismo de una monja, en la que el diablo dijo, refiriéndose al Papa: “Le odio, siempre habla mal de mí. ¿Has visto cuántos problemas le causo?”

El sucesor de San Pedro reconoció: “Es posible que yo moleste al demonio porque intento seguir al Señor y hacer lo que dice el Evangelio. Él busca el fracaso del hombre, pero no tiene esperanza si hay oración”. En una ocasión hizo memoria de aquella seria advertencia del Papa Paulo VI (hoy santo) que en 1972 afirmó que “el humo de satanás había entrado en el templo de Dios a través de algunas grietas”.

Lo que me resulta más sorprendente es que para muchos católicos de nuestra época, el tema de satanás y el infierno les parece como una especie de cuento para asustar a niños bobos y, por tanto, es objeto de burlas y buscan a toda costa ridiculizar este tema. Así que no lo toman como algo serio, sino como un juego y hacen preguntas como éstas: ¿Qué temperatura tendrá el infierno? He escuchado que en el infierno estará la gente “buena onda”, ¿es así? ¿Si le doy dinero al demonio me dejará salir de ese lugar –porque me imagino que será muy corrupto?

Y cuando se percatan de su error, por sus continuas mofas y por no haberse tomado con toda seriedad las enseñanzas de Jesucristo, puede ser demasiado tarde. Quizá no tendrán la fortaleza y humildad para acudir al sacramento de la reconciliación. También pueden acudir a un sacerdote exorcista, acudir a la oración de sus familiares y buenas amistades. Si Dios es infinitamente misericordioso, lo es infinitamente justo. Por ello, es necesario no olvidar las postrimerías: tarde o temprano vendrán a nuestra existencia.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de noviembre de 2023 No. 1481

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