Por Jaime Septién

El Premio Nobel de Literatura recayó este 2023 en un autor casi desconocido en México: el noruego Jon Fosse (Bergen, 1959). A diferencia de otros premiados por la Academia Sueca, en el caso de Fosse ha habido una extraña aceptación en los círculos literarios de todo el mundo. Y lo más extraño aún es que Fosse es católico y escribe en nynorsk, una lengua minoritaria, en lugar de bokmål, la variante noruega más utilizada en la literatura de ese país nórdico.

Como es usual, tras la concesión del Nobel (que él mismo llevaba esperando por diez años ya que su nombre estaba en las listas de los posibles galardonados) llovieron las entrevistas. Pero en esta ocasión, los reporteros del área cultural se encontraron con un hombre silencioso, tan silencioso y alejado de los reflectores mediáticos que en su pueblo apenas si lo conocían, salvo el sacerdote católico pues Fosse asiste asiduamente a Misa y no deja pasar un domingo sin acudir a la iglesia.

“Escribo en un idioma raro”, no tanto por el nynorsk, sino por la forma en que relata sus libros, sus poemas, incluso sus obras de teatro. Un “idioma” que sale del silencio. Vive apartado, con su familia, en una aldea cerca de Bergen y en un suburbio de Viena (Austria). Y desde ahí, desde esa intimidad con la naturaleza, “le da voz a lo indecible” según ha dicho puntualmente la Academia Sueca.

¿Y qué es lo indecible? Lo que habita en el alma y lo que habita en el universo. Eso que no nos atrevemos a tocar pero que está ahí, esperando que lo escuchemos: la voz de Dios. En el discurso de aceptación del Nobel, Fosse lo dejó muy claro. En su obra:

“Lo importante no son las partes en sí, sino la totalidad, que también debe estar en cada uno de los detalles, o quizá pueda atreverme a hablar del espíritu de la totalidad, un espíritu que en cierto modo habla tanto desde cerca como desde lejos. ¿Y qué oyes entonces, si escuchas con suficiente atención? Se oye el silencio. Y como se ha dicho, sólo en el silencio puedes oír la voz de Dios”.

Si el alejamiento de las cámaras, del espectáculo, de la egolatría que sobreviene cuando se recibe un premio de tal envergadura como el Nobel, se debe a un hecho, éste es, sin duda, la conversión. En Noruega, los católicos étnicos no pasan de las cinco mil personas. Pero en la iglesia de San Olav, donde Fosse acude cada domingo y en ocasiones entre semana (escribe diariamente de 4 a 9 de la mañana), hay fieles de al menos 40 nacionalidades.

Bebía mucho, un día tuvo que parar y regresó a vivir “de la manera más aburrida posible” (es ironía, por supuesto); asumiendo su edad, a su familia (está casado con Ana y tiene seis hijos) y la necesidad del silencio. No obstante su conversión al catolicismo se haya dado en 2013, como todo en la vida, su espiritualidad le fue concedida por Dios cuando pequeño;

“Mi lado místico se remonta a cuando tenía siete años y estuve a punto de morir en un accidente. Me vi desde fuera, en una especie de luz resplandeciente, en paz, en un estado muy feliz. Estoy seguro de que ese accidente, esa experiencia cercana a la muerte, me formó como escritor. Esta experiencia me abrió los ojos a la dimensión espiritual de la vida, aunque siendo marxista, traté de negarlo lo más que pude”.

Su obra no es ni remotamente “evangelizadora”. Pero hay en su espiritualidad, en su concepción de la vida (y de la muerte) un indicio muy claro de que “Dios se encuentra en todas partes” de su vida y de su obra. Quizá para muestra baste este poema de Jon Fosse (escribe sin puntos ni comas):

Una persona está aquí

Una persona está aquí  /y luego ya no está / en un viento / se desvanece / hacia el interior / y se une al moverse de las piedras / y se vuelve significado / en una unidad siempre / nueva / de lo que es / y lo que no es / en una quietud / en la que el viento / se vuelve viento

donde el significado / se convierte en significado / en movimiento cambiante / de todo lo que ha sido / y al mismo tiempo es / desde el origen / cuando el sonido era el significado / antes que la palabra se escindiera / y ya no nos abandonara más / Pero está siempre / en el pasado y siempre en el futuro / y en algo / que no existe en su frontera / que desaparece / entre lo que ha sido / y lo que está por venir / En un sólo movimiento no es / ni tiempo ni distancia / Se aclara y desaparece / y al desaparecer / permanece / Y en su oscuridad / se ilumina / mientras dice / calla / No tiene lugar / Es todos los lugares / Está cerca / Está lejos / y el cuerpo y el alma se encuentran / en algún sitio / que es tan pequeño / como grande / como todo lo que es / y como nada / donde toda sabiduría / y nada se sabe / en el íntimo ser indivisible / en que todo es sí mismo y todo lo demás / en la división indivisible / en la frontera ilimitada en la que al desaparecer / como una clara presencia súbita / desaparece / y avanza por el día / donde el árbol es árbol / y donde la piedra es piedra / y el viento viento / y donde las palabras / son una unidad incomprensible / de todo lo que ha sido y todo lo que desaparece / y así es como queda / como una palabra de consuelo

NOTA: La traducción está tomada de circulodepoesia.com

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de diciembre de 2023 No. 1484

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