Redacción
El Papa Francisco, en su discurso ante los miembros del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, este 26 de enero, aclara las bendiciones propuestas por Fiducia Supplicans. Destaca enfáticamente que dichas bendiciones no buscan bendecir la unión, sino que su propósito fundamental es dirigirse a la persona de manera singular:
«Menciono también la reciente Declaración Fiducia supplicans. Las «bendiciones pastorales y espontáneas» pretenden mostrar concretamente la cercanía del Señor y de la Iglesia a todos aquellos que, encontrándose en situaciones diferentes, piden ayuda para continuar -a veces para iniciar- un camino de fe. Me gustaría subrayar brevemente dos cosas: la primera es que estas bendiciones, fuera de cualquier contexto y forma litúrgica, no requieren perfección moral para ser recibidas; el segundo, que cuando una pareja se acerca espontáneamente a pedirlo, no se bendice la unión, sino simplemente las personas que lo han solicitado juntas. No la unión, sino las personas, naturalmente teniendo en cuenta el contexto, las sensibilidades, los lugares en los que se vive y las formas más adecuadas de hacerlo.»
DISCURSO COMPLETO A CONTINUACIÓN:
Les doy la bienvenida al final de su Asamblea Plenaria. Saludo al Prefecto y a los demás Superiores, a los Oficiales y a los miembros del Dicasterio: mi gratitud a todos por su precioso trabajo.
Como establece la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, la «tarea del Dicasterio para la Doctrina de la Fe es ayudar al Romano Pontífice y a los Obispos a anunciar el Evangelio en todo el mundo, promoviendo y protegiendo la integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral», recurriendo al depósito de la fe y buscando también una comprensión cada vez más profunda de ella ante las nuevas cuestiones» (art. 69).
Precisamente para lograr estos fines, ya con el motu proprio Fidem servore (11 de febrero de 2022) se crearon dos Secciones distintas dentro del Dicasterio: la Doctrinal y la Disciplinaria. En la carta que envié al Prefecto el 1 de julio de 2023, con motivo de su nombramiento, me refería a esta disposición para definir mejor su papel y la misión actual del Dicasterio. Por un lado, subrayé la importancia de la presencia de profesionales competentes en el seno de la Sección Disciplinaria, para garantizar la atención y el rigor en la aplicación de la legislación canónica vigente, en particular en la gestión de los casos de abuso de menores por parte de clérigos, y promover la Iniciativas de formación para Ordinarios y profesionales del Derecho. Por otra parte, insistí en la urgencia de dar mayor espacio y atención al ámbito específico de la Sección Doctrinal, donde no faltan teólogos capacitados y personal calificado, también para el trabajo en la Oficina de Matrimonios y en los Archivos, del cual recuerdo el 25º aniversario de la apertura al público por parte de San Juan Pablo II y del Cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación, en la inminencia del Gran Jubileo del año 2000.
El Dicasterio se ve así comprometido en el campo de la comprensión de la fe ante el cambio de época que caracteriza nuestro tiempo. En este sentido, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones, que recojo en torno a tres palabras: sacramentos, dignidad y fe.
Sacramentos. En los últimos días han reflexionado sobre el tema de la validez de los sacramentos. La vida de la Iglesia se nutre y crece gracias a ellos. Por esto se requiere de los ministros particular cuidado al administrarlos y al revelar a los fieles los tesoros de gracia que comunican. A través de los Sacramentos, los creyentes se vuelven capaces de profecía y testimonio. Y nuestro tiempo tiene una necesidad particularmente urgente de profetas de vida nueva y testigos de la caridad: ¡amemos, pues, y hagamos amar la belleza y la fuerza salvadora de los Sacramentos!
La segunda palabra: dignidad. Como cristianos, no debemos cansarnos de insistir «en la primacía de la persona humana y en la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia» (Exhortación apostólica Laudate Deum, 39). Sé que estás trabajando en un artículo sobre este tema. Espero que pueda ayudarnos, como Iglesia, a estar siempre cerca «de todos aquellos que, sin anuncios, en la vida cotidiana concreta, luchan y pagan personalmente para defender los derechos de los que no cuentan» (Ángelus, 10 de diciembre 2023) y garantizar que, “ante las diferentes formas actuales de eliminar o ignorar a los demás, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social que no se limite a las palabras” (Carta encíclica Fratelli tutti, 6).
La tercera palabra es fe. A este respecto, quisiera recordar dos acontecimientos: el décimo aniversario, recientemente cumplido, de la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium y el ya inminente Jubileo, en el que renovaremos nuestra fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, esperanza de historia y del mundo. Sin embargo, no podemos ocultar que en amplias zonas del planeta la fe – como afirmó Benedicto XVI – «ya no constituye una condición evidente para la vida en común, sino que a menudo es incluso negada, ridiculizada, marginada y ridiculizada» (Carta Apostólica en formato del Motu proprio Porta fidei, 2). Es hora, por tanto, de volver a reflexionar y con mayor pasión sobre algunos temas: el anuncio y la comunicación de la fe en el mundo de hoy, especialmente a las generaciones más jóvenes; la conversión misionera de las estructuras eclesiales y de los agentes pastorales; las nuevas culturas urbanas, con su carga de desafíos pero también con nuevas cuestiones de significado; finalmente y sobre todo, la centralidad del kerigma en la vida y misión de la Iglesia.
Aquí se espera ayuda del Dicasterio: «guardar la fe» se traduce hoy en un compromiso de reflexión y de discernimiento, para que toda la comunidad trabaje hacia una verdadera conversión pastoral y misionera kerigmática, que pueda ayudar también al camino sinodal en marcha. Lo esencial, lo más bello, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario para nosotros es la fe en Cristo Jesús, que todos juntos, si Dios quiere, la renovaremos solemnemente durante el próximo Jubileo y cada uno de nosotros está llamado a anunciarla en cada hombre y mujer de la tierra. Ésta es la tarea fundamental de la Iglesia, a la que di voz en Evangelii gaudium.
En este contexto de evangelización menciono también la reciente Declaración Fiducia supplicans. Las «bendiciones pastorales y espontáneas» pretenden mostrar concretamente la cercanía del Señor y de la Iglesia a todos aquellos que, encontrándose en situaciones diferentes, piden ayuda para continuar -a veces para iniciar- un camino de fe. Me gustaría subrayar brevemente dos cosas: la primera es que estas bendiciones, fuera de cualquier contexto y forma litúrgica, no requieren perfección moral para ser recibidas; el segundo, que cuando una pareja se acerca espontáneamente a pedirlo, no se bendice la unión, sino simplemente las personas que lo han solicitado juntas. No la unión, sino las personas, naturalmente teniendo en cuenta el contexto, las sensibilidades, los lugares en los que se vive y las formas más adecuadas de hacerlo.
Queridos, renuevo mi gratitud por su servicio y les animo a seguir adelante con la ayuda del Señor. Y por favor no olvides orar por mí. Gracias.