Por P. Fernando Pascual
Hay continuas críticas contra los políticos: por su espíritu partidista, por sus avaricias y corrupciones, por su incompetencia, por su falta de compromiso con la justicia.
¿Es posible pensar en el surgimiento de políticos buenos, preocupados por la gente, capaces de afrontar los problemas reales de millones de personas?
Pensemos cómo serían esos buenos políticos. Apenas llegan al parlamento o forman un gobierno, fijarán sus prioridades: las necesidades más urgentes de las personas que viven en el Estado.
Analizarán cómo lograr que todos tengan comida, agua, electricidad, medicinas, especialmente ante los casos de quienes sufren por serios problemas de dinero.
Buscarán cómo la vivienda no sea un sueño irrealizable, sobre todo para los jóvenes que se preparan al matrimonio. Por lo mismo, pondrán en marcha políticas de apoyo a los esposos que consiguen su primera casa.
Estudiarán la situación concreta de los centros de salud, para que los enfermos no tengan que esperar semanas, incluso meses, antes de ser atendidos, de modo especial cuando se trata de operaciones quirúrgicas.
Promoverán mejoras en las carreteras y en los medios de transporte público, de manera que sea posible ofrecerlos en condiciones de limpieza y de eficiencia, y con precios asequibles para el gran público.
Invertirán en modos concretos, limpios y económicos, para garantizar el abastecimiento de fuentes de energía y de combustible para el transporte, público o privado.
Tendrán presentes situaciones de delincuencia y de conflictos sociales para prevenirlos, con medidas justas, eficaces y concretas. Al mismo tiempo, promoverán medidas que ayuden a la regeneración de los condenados y a su sana reinserción en la sociedad.
Pondrán en marcha sistemas de impuestos que no ahoguen a las personas concretas y a las pequeñas o medianas empresas, sino que incentiven la inversión, al mismo tiempo que ayudarán a las personas con bajos réditos.
Darán importancia a la educación, pública o de iniciativa privada, en vistas a que las nuevas generaciones alcancen un alto nivel cultural y sanos principios éticos.
Parece un sueño pensar que surjan políticos con proyectos como los aquí presentados o parecidos.
Pero ese sueño empieza a hacerse realidad cuando los mismos votantes aprenden a distinguir entre el político demagógico, oportunista, corrupto, y el político que vive honestamente y da señales de competencia para los asuntos públicos.
En la consecución de ese sueño, junto al esfuerzo de la gente, será siempre de ayuda una oración sencilla por los gobernantes y políticos, para que Dios toque sus corazones, los guíe hacia la justicia, y sea posible vivir en sociedades donde la gente vea respetados sus derechos y asuma serenamente sus obligaciones.