Por Raúl Espinoza Aguilera
En la fecha del “Amor y la Amistad”, por lo general, se tiende a pensar en el noviazgo, o bien, en jóvenes que mantienen una relación de amistad y aspiran a convertirse en novios.
Quiero enfocarme en el fruto del noviazgo bien vivido: al Matrimonio, en orden a formar una familia. Para ello se requiere que verdaderamente sean amigos y creen vínculos de intereses comunes, de confianza, de cariño desinteresado y construyan puentes de permanente comunicación.
Sobre todo, hacer realidad esa afortunada frase: “¡Siempre de novios”! Es bien conocido que los matrimonios que perseveran unidos, con el paso de los años, siguen teniendo detalles de afecto como cuando eran novios, verbigracia: llevarle a la esposa unas flores, unos chocolates o algún detalle que el marido sabe que a ella le gustan. Y la esposa preparando los platillos que a él le encantan. Incluso siguen llamándose mutuamente: “Cariño”, “Amor”, “Corazón”. De esta manera, el amor matrimonial sigue vivo y actual, como una llama que permanece encendida en medio de las dificultades.
El Catedrático en Ética Filosófica, Dr. Ángel Rodríguez Luño, afirma:
“La familia es una sociedad estable que tiene por objeto la propagación de la especie humana, y en la que sus miembros, por medio de la comunidad de vida y amor, hacen frente a las necesidades materiales y morales de la vida cotidiana”.
Por eso, comenta este mismo autor, el fin primario del matrimonio es la generación y educación de los hijos. Mientras que el fin secundario es la mutua ayuda de sus miembros, y especialmente -durante toda la vida- el mutuo complemento y perfección de los cónyuges entre sí.
De ahí la importancia que tiene el cuidar los pequeños detalles para que el amor en la familia se mantenga siempre renovado, por ejemplo:
- ¡Si cedes, todos ganan! Cada uno tiene su propia personalidad con sus virtudes y defectos; con sus gustos, talentos y aficiones y hay que dejar -con libertad- que se desenvuelvan y no pretender de encasillarlos. Cuando los padres son conciliadores y buscan el bien de toda la familia, enseñan a saber ceder en asuntos de poca monta para evitar las discusiones por motivos banales o en cuestiones opinables.
- No digas todo lo que pasa por tu cabeza. Aprender a matizar lo que vamos a decir, reviste capital trascendencia, con la finalidad de no herir susceptibilidades con la excusa de “ser espontáneo”.
- ¡Hay que ponerse en los zapatos de los demás! El conocer a fondo los caracteres y temperamentos de la esposa y de cada hijo, es como “ese lubricante” que contribuye a respetar a cada uno tal y como es. Hay chicas jóvenes con exquisita sensibilidad artística y practican el piano, el violín; estudian pintura o Literatura. En cambio, si el hijo mayor de la familia le gusta el campo, las excursiones, monta a caballo y practica deportes de alto riesgo. Lógicamente a cada uno hay que tratarlo de modo diferente.
- Decir “no” a los rencores y resentimientos. Es muy fácil dejarse llevar por “un sentimentalismo como de telenovela”. Y sentirse “herido” por comentarios que no tuvieron la más mínima intención de ofender a una persona y generarle recuerdos negativos; dramatizando por asuntos que no tienen la mayor importancia y pasando por alto, si algo no es de nuestro agrado, ya que olvidar es perdonar.
- La importancia de saber elogiar. En general los varones (y algunas mujeres, también) son parcos para decir unas palabras de reconocimiento en lo que está bien elaborado o que ha costado mucho esfuerzo lograrlo, como: un ascenso en el trabajo profesional de la esposa; que una hija o un hijo obtenga el mejor promedio de su promoción; que la esposa está estrenando un vestido le queda muy bien o que un hijo obtenga el primer lugar en el campeonato de su equipo en la liga de futbol. Unas palabras de alieno y ánimo ayudan mucho a continuar superándose.
- Llevar noticias alegres en casa. En la convivencia diaria de familia tratar de contar cosas amables, divertidas, que hagan sonreír a los demás y pasen un rato agradable, en vez de soltar un verdadero “torbellino” de malas noticias que abundan en algunos medios de comunicación. Para ello se requiere ir recogiendo durante el día pequeños sucesos que resulten gratos y que llenen de gozo y entusiasmo a los demás.
- Nunca criticar a los demás. San Josemaría Escrivá de Balaguer, tiene en su libro “Camino”, un par de pensamientos que en lo personal me han sido de mucho provecho: “No hagas crítica negativa: cuando no puedas alabar, cállate” (No. 443). En otro punto escribe: “No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente” (No. 442).
- La batalla contra el egoísmo. Pienso que cada uno tiene la tendencia a encerrarse en sí mismo y así vivir aislado en su propio mundo, ahora que abundan los celulares, los Ipads, las series de TV, los videojuegos, los audífonos para escuchar la música que les gusta, etc. Me parece que hay que hacerles ver a los miembros de la familia que, todo eso está bien, pero con medida, y por encima del “yo” se encuentra el aprender a vivir realmente en convivencia familiar. Así podríamos continuar aportando un conjunto de consejos para hacer más grato y alegre el trato, sin descuidar los oportunos detalles de buen humor.
Imagen de Duncan Dao en Pixabay