Por Rebeca Reynaud

Antoine de Saint-Exupéry escribe en Citadelle (Ciudadela): “No confundas el amor con el delirio de la posesión, que causa los peores sufrimientos, porque al contrario de lo que suele pensarse el amor no hace sufrir. Lo que hace sufrir es el instinto de la propiedad que es lo contrario del amor.” ¡Como un fragmento de literatura, como éste, nos ayuda a pensar en cosas que tienen que ver con nuestra vida cotidiana! El novio no es “propietario” de tu cuerpo, de tus pensamientos, de tu vida.

Los noviazgos posesivos asfixian, acosan, restan movilidad, tiempo, libertad, obstruyen y dificultan estudios, trabajo, deporte, relaciones familiares, sociales y amistades.

Hay que aprender a amar. Tomás Melendo dice que, hoy día este tema está ausente. Se confunde el amor con el sentimentalismo blando. Amar es querer al otro en cuanto otro. En el animal la referencia es siempre el “yo”, el bien propio. Hay cosas que le atraen y cosas que rechaza. El ser humano, en cambio puede poner entre paréntesis sus instintos y realizar algo porque ve que aquello es bueno, aunque a él eso no le atraiga o no le interese.

Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro por el egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la persona amada ha de ser un bien real ha de ser algo que la mejore, y no que me beneficie sólo a mí.

Cuando queremos a una persona la enseñamos a querer, a refrenarse, a ser amable.

Un novio posesivo querrá acompañar a su novia a todas partes, estará constantemente tratando de experimentar con ella besos y caricias profundas. Además, le hablará por teléfono a todas horas, querrá verla desde temprano y procurará despedirse ya entrando la noche: Mostrará celos, hará amenazas y ejercerá una manipulación a veces escondida. Esa persona crea conflictos emocionales y quita la paz interior.

Por eso, antes de comprometerse, hay que cultivar una amistad previa.

Los cónyuges, antes de serlo debieron ser los mejores amigos. Los novios antes de novios deben ser excelentes amigos: Será el mejor medio para conocerse.

Los jóvenes buscan constantemente a la pareja ideal, o al menos adecuada, y con frecuencia se equivocan, se decepcionan. Cuando un amigo les hace ver los defectos del ser amado (idealizado) se enojan. Entonces el amigo o amiga se aleja murmurando que “el amor es ciego”.

No siempre es bueno cambiar una amistad por un amor. Pero el verdadero amor –el amor maduro- no es ciego, no idealiza.

Cuando alguien dice: “No tengo tiempo”, hay que preguntarle: “para qué”, porque tiempo hay mucho. Hoy, algunos no tienen tiempo para la amistad porque han perdido el gusto por ella.

¿Por qué tengo que querer a los demás? Porque son personas.  

Amar es desear que la persona amada se desarrolle, sea mejor y alcance la plenitud a la que está llamada. Amar es aplaudir a Dios, es decirle: “Con éste (ésta), te has lucido”.

Imagen de Jess Foami en Pixabay


 

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