Por Arturo Zárate Ruiz
Es año bisiesto. Febrero contará con 29 días, lo que ocurre cada cuatro años. Remarco esto porque es ocasión para notar los roles clave que los líderes de la Iglesia y, en particular, los españoles tuvieron en la confección del calendario que hoy usamos. Conviene hacerlo por las leyendas negras que pintan a los católicos y, en especial, a los españoles como enemigos de la ciencia, como fanáticos, como ignorantes. Todavía circula, sobre todo en Estados Unidos, el bulo de que Cristóbal Colón tuvo que enfrentarse a los clérigos de la Universidad de Salamanca, quienes, según la caricatura, negaban que la Tierra fuese redonda, cuando realmente ya conocían, y muy bien, la circunferencia del planeta, a punto de advertirle al genovés que la distancia de España a Japón no era dos mil sino diez mil millas.
Pero hablemos de los bisiestos. El día adicional en este febrero se da porque un año no dura exactamente 365 días, como lo averiguaron los antiguos egipcios e insistieron los romanos. Según calcularon, la traslación de la Tierra alrededor del Sol (o del Sol alrededor de la Tierra, como entonces se creía) requería de seis horas adicionales, las cuales, al acumularse por mucho tiempo sin hacer correcciones en el calendario, nos llevaría a celebrar, por poner un ejemplo, Pentecostés con clima de Navidad. El cúmulo de horas acumuladas se convertirían en días, y luego en meses, por no decir años. Por ello Julio César, antes del nacimiento de Jesús, ordenó a los romanos añadir un día cada cuatro años para evitar el desfase. Por él se tiene el Calendario Juliano, el cual usan todavía algunos cristianos ortodoxos en Oriente.
Sin embargo, el Calendario Juliano no era tampoco exacto. Si en el año 325 el equinoccio había ocurrido el día 21 de marzo, con el paso del tiempo la fecha del acontecimiento se había ido adelantando hasta el punto de que, en 1582, el desfase era ya de 10 días, pues el equinoccio ese mismo año de 1582 se fechó el 11 de marzo. No podía, pues, considerarse correcto dicho calendario. El papa Gregorio XIII ordenó averiguar qué ocurría.
Para entonces, los españoles ya habían realizado varios estudios. En el siglo XIII, en plena Edad Media (o de las “Tinieblas” para los críticos de la Iglesia), astrónomos de la corte de Alfonso X, el Sabio, por las órdenes del monarca, hicieron un nuevo cálculo del año solar: 365 días 5 horas 49 minutos y 16 segundos, no las seis horas del Calendario Juliano. En 1515, científicos de la Universidad de Salamanca realizaron estudios más precisos, los cuales confirmaron en 1578: no eran seis horas sino 5, con 48 minutos y 45 segundos los que debían considerarse adicionales.
Otros dos españoles, Luis Lilio y Pedro Chacón, en Roma, informaron al entonces papa Gregorio XIII sobre estos hallazgos, los cuales explicaban el desfase de diez días. El astrónomo alemán y, nótese, discípulo de Galileo Galilei, refrendó lo averiguado por estos españoles. Por ello, el Papa ordenó corregir el calendario, aunque ello implicaba suprimir los diez días del desfase. Al jueves (juliano) 4 de octubre de 1582 le sucedió el viernes (gregoriano) 15 de octubre de 1582. Así, diez días desaparecieron debido a que ya se habían contado de más en el calendario juliano. La prescripción del Papa fue aceptada de inmediato por varios países católicos, aunque no todos. Los protestantes, por oposición al catolicismo, aun cuando contrariaran la ciencia, se resistieron. Por ejemplo, Gran Bretaña no introdujo el nuevo calendario sino hasta 1752.
Para evitar nuevos acumulamientos de días como ocurrió con el Calendario Juliano, el Gregoriano prevé la supresión de años bisiestos cada 100 años. Y se puede decir que, sin necesidad de un papa, porque ya hay instrumentos astronómicos aun más exactos que los del siglo XIII en Toledo, y hay acuerdos entre las comunidades científicas al respecto, podrán hacerse nuevas correcciones si son necesarias, hasta de microsegundos.
Pero que llegue a ocurrir así no es pretexto para quitarle sus grandes méritos a los “oscurantistas” españoles y líderes de la Iglesia en el avance de la ciencia y su aplicación en la vida diaria.