Por Mauricio Sanders

La oposición también se hace con ideas y libros. Manuel Gómez Morín (1897-1972) lo tenía muy claro, pues aún hoy, la Editorial Jus, fundación de este hombre extraordinario, extraña mezcla de político, intelectual y apóstol quijoteasco, es caso a estudiar y ejemplo a seguir.

A Gómez Morín se le recuerda por haber fundado el PAN y el Banco de México.

Sin embargo, uno de sus mayores anhelos fue erigir con libros una república dichosa y con libros salvar al hombre “inestable pero irrompible también, materia y espíritu, necesidad y anhelo, apetito y destino”.

A la par de su desempeño público y su trabajo como abogado corporativo, durante su vida Gómez Morín se dedicó a la edición, pues tenía conciencia de que los libros podían ayudar a reconstruir la nación, que había sufrido una obra secular de demolición. Con sus empresas editoriales, Gómez Morín perseguía una estrategia política que iba mucho más allá de un asalto al poder.

Gómez Morín no quería ganar elecciones y ya. Quería fomentar una opinión pública capaz de mirar críticamente al PRI, pero también a algo más antiguo y perverso: la antropología y la cosmovisión que fundamentaba los postulados de ese partido. En su pensamiento, debía existir un Estado fuerte, capaz de realizar el bien común, pero con límites claros puestos por el municipio, la escuela, el sindicato, la barra de abogados o el colegio de ingenieros.

HACER POLÍTICA DE VERDAD

Aparte de la que hacía con el PAN, Gómez Morín pensó en hacer “política de verdad, no electoral” a través de publicaciones. Con esa política, buscaba propiciar una utopía de comunidades naturales de personas, basadas en la solidaridad, que tomaba en cuenta la tradición, la historia y el destino particulares e irrepetibles de México, en su total, multiforme y contradictoria realidad.

Con Jus, Gómez Morín no quería nada más echar a rodar libros buenos, bonitos y baratos por el mundo. Pretendía fundar una “organización creada especialmente para difundir el libro”, capaz de “lograr y mantener listas completas y eficaces de lectores” y que pudiera organizar “agrupaciones de bibliófilos y ferias del libro”.

Por sí mismo, el primer título que Jus publicó, las obras completas de Lucas Alamán, contenía un programa editorial y una visión política. Con los años, Jus introdujo libros de texto en primarias y secundarias y en la Escuela Libre de Derecho.

Fueron influyentes sus dos colecciones populares de historia, que buscaban revisar la versión oficial del pasado, pero también estaban dispuestas “a conceder todo lo positivo” a Juárez o Calles. Jus se atrevió a retomar “los viejos caminos que España nos había dejado abiertos”, “verdaderas guías políticas, al Pacífico, a Centroamérica”.

El catálogo de Jus pretendía acabar con “esa absurda posición que ha envenenado nuestra vida pública a partir de la Independencia: la de creer que toda convicción religiosa, en especial la católica, constituye una capitis diminutio”, una reducción de la cabeza. De todo eso que anhelaba su fundador, Jus logró muy poco. Pero aun eso poco nos ayuda a recordar que la oposición no nada más es contra un gobierno o un régimen. También hay que oponerse a nuestra forma de civilización, que nada más podría tener contentos a Satanás, Luzbel o Belcebú.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de febrero de 2024 No. 1492

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