La realidad litúrgica de lo que hoy conocemos como el tiempo de Cuaresma llevó un recorrido histórico interesante, donde se destacan dos acciones primordiales: la reconciliación y la penitencia. Los primeros cristianos observaban que para celebrar la Pascua del Señor era primordial prepararse bajo los signos de arrepentimiento y perdón. Estas prácticas se vincularon a un tiempo de preparación de seis semanas, que se vivían con mayor favor durante el sexto domingo, antes de la llegada a la Pascua. Este período de penitencia recibió el nombre de Cuadragésima ahora conocido como Cuaresma. Entre las seis semanas que transcurrían se celebran reuniones eucarísticas dominicales, y entre semana sucedían las asambleas eucarísticas no dominicales, establecidas los miércoles y viernes. En esta edición realizaremos un recorrido historiográfico por los períodos clave de la Cuaresma:

SIGLO III

Los primeros cristianos observaban la Pascua del Señor con la práctica que aludía la Traditio Apostólica. Ya bautizados ayunaban los viernes y durante la noche del sábado permanecían en vigilia. En este siglo la Iglesia de Alejandría se preparaba bajo el ayuno. La guía era la oración, un método prescrito por el Señor, y la disciplina de la penitencia era un eje muy claro en este momento histórico.

SIGLO IV

En este episodio se centra la mirada sobre la primera estructura orgánica de lo que actualmente conocemos como tiempo litúrgico; la Cuaresma se va consolidando como un período de cuarenta días que preparan a los cristianos para la Pascua. En Roma se establecieron tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos.

SIGLO V

En este tiempo los miércoles y viernes previos al domingo de Cuaresma, formaron parte del período penitencial. Los miércoles los penitentes acudían a la imposición de ceniza, de acuerdo en el orden que regulaba la penitencia canónica. Este rito se extendió y dio origen a la Feria IV anerum o Miércoles de ceniza.

SIGLO VI

Bajo el pontificado de Gregorio II, que se establece entre los años 715-731, se asignó un formulario eucarístico para los jueves de Cuaresma. Las reuniones de lunes, miércoles y viernes, ya tenían la celebración eucarística.

SIGLO VII – IX

El enfoque espiritual de este tiempo no hacía un único llamado a la penitencia corporal, sino que buscaban una conversión interna.

La actitud cuaresmal durante estos siglos era de cara a una profunda purificación del corazón, pero al mismo tiempo de la vida en la Iglesia. Aquí se establecieron las obras de misericordia en el tiempo cuaresmal y una lucha contra el egoísmo del hombre.

SIGLO X – XI

En este período se introducen la renovación de las promesas bautismales en la Vigilia Pascual, se actualiza el ritual del bautismo en adultos y se establece la costumbre de bautizar a los niños inmediatamente después de su nacimiento. La cuaresma se convierte en un tiempo de reflexión para todos los que asumen su condición de bautizados, se reflexionan lecturas bíblicas como la Resurrección de Lázaro y el pasaje del Ciego de Nacimiento.

EDAD MEDIA

Durante el medioevo, occidente ya contemplaba la Cuaresma con cuarenta y seis días. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, eran establecidos como días de “ayuno negro”, es decir, que los penitentes no podrían comer nada en absoluto y tampoco se permitía consumir ningún tipo de carne; algunos lo hacían hasta la hora nona, las tres de la tarde.

DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II

El Concilio Vaticano II estableció una doble dimensión para la cuaresma: la bautismal y la penitencial. Se estableció que la cuaresma era un clima que preparaba para la Pascua del Señor bajo la atenta escucha a la Palabra de Dios, la oración incesante y el discernimiento. Se recuperó la simbología del número 40 y su relación con la vida espiritual. Se trabajó en los textos del Antiguo Testamento que constituyen la historia de la salvación y se establecieron las prácticas penitenciales con la necesidad de reconciliación sacramental.

Redacción.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de febrero de 2024 No. 1492

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