Por Noé Esaú García Valencia*

Este es en definitiva el camino del cristiano de hoy en día. Así comienza el mensaje cuaresmal que el Santo Padre nos ofrece en este 2024. Haciendo un repaso por la historia del pueblo escogido de Dios y ayudado por la metáfora del desierto, entendida esta como un lugar de encuentro de nosotros mismos en una sociedad en donde se valora más la cantidad de “followers” del tiktoker de moda, que el esfuerzo y la tenacidad de un padre de familia que se levanta a las 5 de la mañana para cumplir una exhausta y agotadora jornada de trabajo que pueda cubrir las necesidades básicas de los suyos.

El camino a la libertad del que nos habla su Santidad se expresa a través de rostros concretos. La metáfora del pueblo elegido no es sólo una simbología. Es una realidad visible, no abstracta. La realidad de tantos hombres y mujeres sin fe ni esperanza en sus vidas.

Es por eso que más que en otras épocas, es necesario durante esta cuaresma levantar un grito auténtico a favor de los más oprimidos y necesitados. Tal vez comenzando por nosotros mismos. Que recapacitemos y seamos cada vez más sensibles con nuestros hermanos esclavizados y oprimidos, lo que imposibilita la conquista de una verdadera libertad.

El camino por el desierto es un camino áspero y lleno de contratiempos. En el cual es mejor llevar pocas cosas. Sólo las indispensables. Las cuales nos permitan andar con paso firme y constante durante el trayecto. Para que no sea impedido el avance hacia el encuentro de nuestro primer amor (Os 2, 16-17). Ese amor que no falla. Que no tiene límites. Ese amor al cual nosotros le huimos y le damos la espalda porque nos falta esperanza. Nos falta creer con autenticidad.

Por eso durante nuestro desierto tenemos la oportunidad de vivir un proceso, el cual nos capacita para llegar restaurados y rejuvenecidos al encuentro de Dios a través de nuestros hermanos. Hombres y mujeres renovados en búsqueda de nuestra liberación.

Su Santidad comenta, “que por medio de nuestro bautismo ha comenzado nuestra liberación”, pero debido a nuestra condición humana nos apegamos al pecado, el cual nos ata y limita nuestra libertad. Por eso es importante estar siempre atentos a liberarnos de nuestros flagelos y robustecernos en la fe. Porque sin ella nuestro camino por el desierto no tiene ningún sentido. No vale la pena andar por esta vida sin horizonte firme y determinado.

Y es justamente Dios, el que acompaña a su pueblo durante el desierto de la vida de forma firme y constante. El Papa Francisco nos recuerda que “es Dios quien ve, quien se conmueve  y quien libera, no es Israel quien lo pide”. En otras palabras, no somos nosotros los merecedores de tan alta distinción sino que es Él mismo, quien de forma benevolente nos ofrece su gracia para liberarnos de las ataduras de nuestras limitaciones personales.

LA ARMADURA QUE NO FALLA

Es por eso que son tan atinadas las preguntas que realiza el Papa en su discurso para esta cuaresma: “¿Deseamos un mundo nuevo? ¿Estamos dispuestos a romper los compromisos con el mundo viejo?” La respuesta a estas preguntas es individual. Pero una cosa sí puedo responder en este momento respecto a esas preguntas: nos falta creer más. Nos falta esperar más. Nos falta amar más.  Para nosotros los cristianos la fe, la esperanza y la caridad son virtudes teologales que nos permiten fortalecernos durante nuestro camino por el desierto y poder así enfrentar a los ídolos que nosotros mismos nos hemos creado. Ídolos que son fantasías en nuestra vida. Las cuales alimentamos y crecen cada día más en la medida que participamos y conveníamos con ellas. Poniéndolas en pedestales tan bajos que son muy fáciles de alcanzar.

Al respecto de esos ídolos, el Papa Francisco reflexiona oportunamente y nos invita a rechazarlos de nuestra vida de forma radical. Que el dinero no sea todo para nosotros, que un proyecto no nos obsesione, que los objetivos que debemos de obtener no nos cieguen a otros valores mucho más importantes. Incluso que el apego a ciertas personas no limite la libertad de ellas ni la nuestra.

De esos ídolos son los que el propio Francisco nos invita a liberarnos. Despojémonos con valentía de ellos. Seamos hombres y mujeres valientes. Y no nos dejemos vencer por esos “falsos amigos” que no vale la pena conservar en nuestro corazón.

Por otra parte, recordemos que estamos iniciando el año de oración como camino de preparación al Jubileo del año 2025. En el cual se nos ha exhortado a orar antes de actuar. De pedir confiados antes de obrar. Porque de esa manera es como los cristianos nos fortalecemos con la armadura que no falla. Por eso el Papa en la preparación cuaresmal de este año nos invita a actuar, pero todavía mucho más importante nos invita a orar. Una de las armas infalibles para robustecernos en el duro camino del desierto. ¡Feliz cuaresma para todos nosotros!

*Profesor (UNIVA Querétaro) con más de 20 años de experiencia en las áreas de Derecho, Teología y Filosofía.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de febrero de 2024 No. 1492

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