Cuando se ofende al papa con mofas
Por José Antonio Varela Vidal
Hace pocos días, nos enteramos de que un grupo de presbíteros había injuriado al papa Francisco, durante una suerte de tertulia en línea en Internet. No pasaron ni 48 horas y ellos mismos anunciaron, que suspenderían sus apariciones en el ciberespacio.
Como se recordará, estos panelistas indicaron, entre risas, que «debemos orar para que Francisco se vaya pronto al cielo», junto con otras invitaciones a «rezar más fuerte» para que esto suceda. Estas penosas frases sacudieron las redes sociales, así como la opinión pública, y ni qué decir dentro de la comunidad eclesial, donde un arzobispado tuvo que deslindar responsabilidades acerca de lo que opinen sus curas en las redes.
Parece ser que ahora hay quienes, entre mofas, gastan su valioso tiempo delineando el perfil del nuevo papa, poniendo en contraposición lo que Francisco ha hecho mal o aquello que ha dejado de hacer. Quizás llevados por un rechazo a dar el paso contra el «indietrismo», a pesar de su irreversible tendencia en la gran mayoría de católicos.
En principio, es evidente que hoy en día, el modo de revertir las cosas en la vida cristiana pasa por vivir a plenitud la «Alegría del Evangelio» y la «Fraternidad abierta», claras actitudes promovidas desde el inicio por Francisco, que son percibidas como dos pulmones que le han dado algo de aire a la Iglesia en la última década.
De bien nacidos es ser agradecidos
Sin querer agotar su pontificado, hay que puntualizar que fue también él quien, en este último decenio, «hizo lío» con sus sonados documentos, tales como las tres encíclicas y varias exhortaciones apostólicas, junto con otras enseñanzas. Entre estas estuvo la esperada constitución Praedicate Evangelium, con la que se viene reformando la curia vaticana casi por completo, y que podría ser la causa de tanta acritud por parte de algunos afectados.
Conmueven sus cartas sobre la protección de los menores, las de San José y la de Santa Teresita, la del significado del «Belén» y la que incorpora el «Ofrecimiento de la vida», como una nueva ruta hacia las causas de canonización.
Instituyó jornadas de reflexión y oración, ya sea por los olvidados ancianos, los pobres abandonados o el tan agredido medio ambiente, que han permitido a muchos volver al centro del evangelio y a los deseos del Creador.
Asimismo, acertó con las autógrafas que nos hablaron de la misericordia divina o la que acorta y facilita el proceso de nulidad matrimonial; también está la muy fresca Desiderio desideravi, sobre la necesaria formación litúrgica del Pueblo de Dios en nuestros días. Sumado a estas, publicó indicaciones muy justas para la creación del ministerio del catequista y la dación del lectorado y el acolitado de las mujeres.
Han sido once años, durante los cuales ha venido pidiendo a los católicos que sean más misericordiosos que justicieros y más fraternos que impermeables, incluso con aquellos que «no pasan por la puerta».
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