Por P. Fernando Pascual
Inicia un incendio en un edificio de varios pisos. La gente empieza a escapar. Llegan los bomberos. El fuego se expande. Hay humo en muchos lugares.
Un bombero pide a quienes todavía no han escapado que esperen a que les saquen por las ventanas. Una persona desobedece y se salva tras bajar corriendo por las escaleras. Otra persona obedece y muere asfixiada en su casa.
Pocos días después, inicia otro incendio. La historia es casi idéntica a la anterior. Solo que en este caso la persona que desobedece muere asfixiada en las escaleras, mientras que la persona que obedece es rescatada por la ventana de su casa.
En situaciones de emergencia resulta sumamente complejo identificar la mejor manera de afrontar un peligro. ¿Es mejor esperar y obedecer? ¿Es mejor seguir las propias intuiciones, aunque vayan en contra de lo que piden los bomberos?
Cuando comparamos decisiones y resultados, encontramos con sorpresa cómo pequeñas circunstancias hacen que las historias tengan un desarrollo muy diferente.
Por eso, quienes tienen que tomar decisiones, sienten sobre sí el peso de una responsabilidad agobiante. El jefe de los bomberos, por ejemplo, tiene que dar órdenes con rapidez, y de lo que haga (o deje de hacer) depende la vida de personas concretas.
Las personas concretas, por su parte, sienten la angustia de optar entre una obediencia confiada, aunque sus intuiciones les pidan lo contrario, y una desobediencia que promete mejores resultados pero que no está exenta de peligros.
En cierto modo, la gran historia humana se construye desde alternativas en las que el resultado queda envuelto en tinieblas. ¿Empezar la batalla o retirarse? ¿Invertir en la bolsa o guardar el dinero el banco? ¿Aceptar este empleo o emigrar a otra ciudad con la esperanza de mejoras importantes?
Son pocas las alternativas dramáticas que encontremos en el camino de la vida, como en el caso de un incendio. Pero cuando llegan, sentimos el peso de la responsabilidad ante las consecuencias que puedan ocurrir.
Dos incendios han tenido resultados diferentes. Ahora llega el momento de asumir responsabilidades, de encontrar alternativas mejores ante emergencias parecidas, y de rezar a Dios por quienes han fallecido y por los familiares y amigos que lloran la partida de sus seres queridos.
Imagen de Matthias Fischer en Pixabay