Por P. Fernando Pascual

No conocemos cuál sea la población actual de Indonesia. No conocemos qué medicina sea la mejor para este dolor de cabeza.

Podemos llamar desconocimiento todo aquello que no conocemos. Entre los desconocimientos, hay dos tipos que llevan a consecuencias diferentes.

El primer tipo de desconocimiento consiste en no saber algo sin darnos cuenta de que no lo sabemos. El segundo tipo consiste en no saber algo dándonos cuenta (reconociendo) de que no lo sabemos.

El primer tipo es peligroso cuando no solo no conocemos algo, sino que pensamos que lo conocemos y actuamos según ese desconocimiento.

Imaginemos, por ejemplo, que creo saber que este tipo de pastillas bajará mi colesterol, cuando en realidad no sirven para ese fin y pueden provocarme un efecto colateral peligroso.

El segundo tipo de desconocimientos, en cambio, me abre a la búsqueda. Cuando me doy cuenta de que no sé quién sea ahora el presidente de Uganda no responderé (si soy honesto) lo primero que se me pase por la cabeza a quien me lo pregunte, y buscaré, con los medios adecuados, salir de mi ignorancia.

Por desgracia, con mucha frecuencia llevamos en nuestra mente diversos errores del primer tipo. Basta con hacer presente cuánta gente pensaba que un político era honesto cuando en realidad era un sinvergüenza. Nuestro desconocimiento puede llevar a votar a favor de él en las elecciones, y luego tendremos que pagar las consecuencias…

Necesitamos un continuo esfuerzo por analizar esas suposiciones que consideramos conocimientos bien fundados, para identificar entre ellas todo aquello que, en realidad, sea desconocimiento.

Entonces podremos convertir un desconocimiento del primer tipo en desconocimiento del segundo tipo. Lo cual hará posible que nos pongamos en camino para averiguar, en la medida de lo posible, lo que no sabemos. Así nos acercaremos a verdades que tanto ayudan en el camino de la vida.

 
Imagen de olga volkovitskaia en Pixabay


 

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