Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Domingo de la Santísima Trinidad
Reflexión dominical 26 de mayo de 2024
Decía San Pablo: «Me amó y se entregó por mí».
¿Es posible que el infinito, bellísimo, amorosísimo y único Dios pueda pensar en mí?
Más aún, ¿pueda llegar a la intimidad conmigo?
Una respuesta, si podemos leerla, la encontraremos en la primera lectura de hoy.
El Evangelio lo confirmará.
Oseas
A Israel, y si profundizamos, a cada uno de nosotros, el profeta Oseas, habla.
Lo más interesante es que todas estas bellas palabras se las dijo Dios a Israel, después de haber pecado.
Ojo, Dios no nos “manda rodar”, como haríamos nosotros a uno que nos traiciona.
Por eso hoy, amigos, meditemos lo que hace Dios con Israel y quiere hacer con cada uno de nosotros.
Recuerden, después de haber pecado, Dios «llevó a Israel al desierto, le habló al corazón y le entregó allí mismo sus viñedos…»
Dios espera. «Allí responderá como en los días de su juventud, como el día de su salida de Egipto. Aquel día le llamarás “esposo mío”. Apartaré de su boca los nombres de los baales (dioses falsos) …».
Y ahora viene lo impensable: «Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho… Me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor».
Matrimonio, intimidad, misericordia, fidelidad… Todo esto dice Dios al que vuelve enlodado, pero vuelve a los brazos del primer Amor.
Como se trata de algo muy importante, acudimos al Catecismo de la Iglesia Católica que nos explica:
«Las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación» (CIC 35).
Para eso se encarnó Jesús, para que podamos llegar a la intimidad con Dios, en Cristo.
Evangelio
Si penetramos en este misterio maravilloso de la intimidad con la Trinidad Santa, en Cristo Jesús, entenderemos perfectamente la solución que Jesús da a quienes le preguntan por qué no ayunan sus discípulos.
Cuando Jesús está iniciando a su Iglesia en aquellos apóstoles buenos, pero toscos y rudos, no se puede andar con ayunos y penitencias porque podrían irse.
En ese tiempo, en que está Jesús como novio que los va preparando para vivir el amor en su Iglesia, lo mejor es la paciencia.
Cuando ya comprendan todo, ellos mismos optarán por el sacrificio, el ayuno y la oración.
«Llegará un día en que se lleven al novio y aquel día sí ayunarán».
Lo del manto y del odre, de los que habla el Evangelio, se los dejó a ustedes para que profundicen.
Verso aleluyático
El apóstol Santiago nos enseña que el Padre Dios «por propia iniciativa, con la Palabra de la verdad, nos engendró para que seamos primicia de las criaturas».
Se trata, pues, de un amor no merecido y al que debemos corresponder por nuestro propio bien y para la glorificación de Dios.
Por la Palabra, que es Cristo, queremos llegar al Padre que es la fuente de todo amor.
En este día de la Santísima Trinidad pidamos a Jesús la gracia de poder conocer y amar al Dios bueno que nos conoce y nos ama desde siempre.