Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Nos dice el Papa Francisco en la Bula de Convocación del Jubileo del Año 2025:’…la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismos y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad’.
Así, más allá del pasaje del Evangelio de San Marcos que refiere cómo Jesús con voz potente calma la tempestad que amenaza anegar la frágil embarcación de los discípulos (cf Mc 4,35-41), podríamos pensar en las tempestades que hacen crisis en nuestro corazón, en nuestra familia, en la Iglesia, en la patria: desalientos y problemas que nos caen encima como lo refiere el Papa Francisco (cf ‘Spes non confundit’, -la Esperanza no defrauda nº 1).
El miedo paraliza; impide confiar en el Señor, porque se tiene la conciencia de estar solos. El miedo provoca el agigantar los problemas y hace que desaparezca la alegría. Por supuesto es necesaria una crítica serena en la perspectiva de la fe y de la esperanza. ¿Qué aporto a los hermanos? ¿Desánimo? ¿desesperanza? ¿A mi familia, a mis hermanos los humanos, a la Iglesia?
El miedo impide vivir el amor, cuando el amor, -ser amado y amar, es el remedio contra las crisis y neurosis.
Una vida interior profunda, centrada en el diálogo permanente con Jesús, aumenta nuestra fe, nuestra esperanza, y por supuesto, el amor, nos colmarán de una gran confianza, se calmarán las tempestades críticas del corazón. No podemos ser víctimas ni del caos, ni de la fatalidad. Dios no nos abandona. Hemos de confiar totalmente en él, en su Providencia, que respeta mis decisiones, que exigen discernimiento bajo su gracia y conducción amorosa. Aunque no entendamos los sucesos inmediatos que zarandean el alma, pueden venir grandes bienes, según el proyecto amoroso de Dios que no nos olvida, sino quiere que asumamos su proyecto de amor. ‘La gloria de Dios es que el hombre tenga vida’,- Gloria Dei vivens homo, lema episcopal de Mons. Mario de Gasperín Gasperín, Obispo Emérito de Querétaro, como lo afirmaba san Ireneo.
Dios no quiere que nos hundamos por las crisis que zarandean el corazón. El Señor, con su Palabra, con su ternura y con el Espíritu Santo consolador, nos devuelve la serenidad para continuar con la peregrinación de la vida, no exenta de dificultades, hasta conseguir la meta en la gloria, ‘la infinitud’ del todavía beato, próximo santo canonizado, Carlos Acutis.