Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Jesús tiene un corazón profundamente humano que revela el misterio divino de su amor. En las obras de misericordia él señala ‘dar de comer al hambriento’; en este pasaje del evangelio de san Juan 6, 1-15, da de comer con el milagro de la multiplicación de solo cinco panes y dos pescados que tiene un chico a una multitud de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños; además mandó recoger los pedazos sobrantes en doce canastos.
Este pasaje evoca la celebración eucarística: toma los panes, da gracias al Padre y los reparte. En ese mismo capítulo nos habla del Pan de la vida eterna, que es él mismo (Ibidem vesículos del 51 al 71).
Implica la comunión con Cristo y la comunión de fraternidad. Si Cristo comparte con nosotros su cuerpo y su sangre para realizar una alianza de plena comunión con él, en él hacemos la comunión con los hermanos, los humanos. Como lo señala Monseñor Pedro Casaldáliga Pla (1928-2020), ‘Unidos en el pan los muchos granos, iremos aprendiendo a ser la unida Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote sabremos ser comida. El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca a a ser Contigo el pan de cada día’.
Es penoso el no descubrir el gran potencial de nuestras celebraciones eucarísticas y perdernos en nimiedades, de si la misa en latín, si comulgar así o asá, si por qué un laico da la comunión, etc.,etc.,etc…. Solo quedarse en consideraciones piadosas de escándalo y el estar ciegos para descubrir la fuerza de la caridad para abrazar al hermano que no tiene ni pan, o no tiene paz, o no tiene la alegría del Reino.
Somos boquiflojos para criticar a las multinacionales, a los políticos habladores, a los ricos egoístas, a los gobernantes venales, -tendrán su culpa ante Dios, pero nosotros no somos inocentes palomitas.
En la Eucaristía, Jesús nos da sus ojos para ver las necesidades y su Corazón para amar a los hermanos de modo concreto.
Jesús-Eucaristía, nos hace responsables de los demás ‘denles ustedes de comer’.
Las ofrendas que llevamos a la misa, -la mal llamada limosna, no solo es para el sostenimiento del culto, sino pertenece a los pobres, dadas de modo inteligente. No podemos ignorar a los hermanos miserables, a los privados de justicia social y de futuro.
Jesús, pues, nos invita a su banquete; pero él mismo es el Banquete del Reino en persona; no solo da el pan, sino él mismo es el Pan de la vida. Así en este contexto se puede comprender la Persona de Jesús y toda su obra, según la clave de san Juan.
La Eucaristía-Jesús, es misterio de comunión con él y con los hermanos; así se anticipa en la tierra, el Reino de los Cielos.
Ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la Santísima Eucaristía…(cf P.O. 6).
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