Por Arturo Zárate Ruiz

Hace unos días se conmemoró el martirio de las 17 Carmelitas de Compiègne.  El 3 de marzo de 2022 el papa Francisco las declaró santas por equivalencia. Fueron guillotinadas en 1794 por confesar a Cristo durante la Revolución Francesa.

Sé de ellas tras leer el guion cinematográfico de Diálogo de Carmelitas de George Bernanos, que ha servido para varias películas y, entre otras representaciones, la ópera que compuso Poulenc en 1954. Les recomiendo la escena final que se encuentra en https://www.youtube.com/watch?v=v1vRHy8wm6E.

La obra de Bernanos, aunque inexacta, es verosímil. Sobre todo, nos ofrece una reflexión sobre nuestra condición humana y sobre las formas sorprendentes en que el Señor concede su gracia. El personaje principal, Blanche de la Force, al entrar al Carmelo elige el nombre de Hermana Blanche de la Agonía de Cristo. Representa tanto el miedo a la vida (por ello huye al convento), como el miedo a la muerte (por la persecución religiosa). Se niega entonces a abrazar lo que se comprometió al adoptar el nuevo nombre.  Marie de la Encarnación, priora ayudante, habría sido santa si no le afectara la soberbia. Entusiasmada por la oportunidad de ofrecer su vida confesando a Cristo, obliga práctica e imprudentemente (en ausencia de la madre superiora y en el contexto de la persecución) a sus hijas en el convento a hacer un voto de martirio que no era entonces necesario. Este voto era excesivo para la frágil hermana miedosa, que huye cuando sus hermanas son encarceladas. La priora ayudante, por circunstancias que ella no esperaba, se libra de la guillotina, lo cual considera una afrenta hasta que un sacerdote le impone como penitencia a su soberbia el aceptar haberse librado del martirio. La hermana miedosa al final acepta unirse a sus hermanas en la guillotina.  Lo hace así porque una hermana anciana, quien murió aterrorizada tiempo antes en el convento, había ofrendado su gran fortaleza, durante su agonía final, para que la gozase la miedosa cuando la necesitase. Y así esta miedosa, con la providencial cesión de fe de la anciana, se convirtió en santa. Providencial fue, si bien en el verdadero contexto histórico de estas carmelitas, que inmediatamente después de su martirio terminasen las ejecuciones en Francia. Dios, al parecer, aceptó el ofrecimiento de estas religiosas para restaurar la paz en su país.  Como dijo la madre Teresa de San Agustín justo antes de que le cortasen la cabeza, «el amor saldrá siempre victorioso; cuando se ama, todo se puede».

Las persecuciones contra los cristianos siguen; algunas muy duras, como las que se dan todavía en algunos países comunistas, o en países dominados por terroristas o fanáticos musulmanes; otras persecuciones “blandas”, como las de países muy ricos y “civilizados” donde se dice que se respetan los derechos humanos, pero se prohíbe rezar en la calle o aun leer la Biblia porque pudieran ofenderse los practicantes del aborto o quienes se han entregado a perversiones (por ejemplo, la antes catolicísima España y el ejemplo de “progreso” y “bienestar” Finlandia).  En naciones dizque super respetuosas de la libertad, como Canadá, se han quemado ya 48 templos católicos, entre muchos otros actos de terrorismo.  El gobierno, sin embargo, no investiga esta barbarie sino el que en algunas escuelas católicas de hace más de un siglo dizque no se ofreciera la medicina adecuada (que no existía entonces) para prevenir la muerte de niños allí internados.  Hablan de miles y miles de cadáveres que allí se encuentran sepultados, pero no han encontrado todavía uno sólo, ni un huesito, para confirmarlo.  En fin, no es persecución menor la cultura de la cancelación.  En muchos centros escolares y académicos se te prohíbe ahora hablar, ya no digo de religión sino de los más elementales principios morales, y aun así se fomenta —¡ay de ti!, si no estás de acuerdo— la ideología de género.

Hay, por supuesto, que pedir a Dios que terminen estas persecuciones para facilitar nuestro trabajo de anunciar a Cristo a las naciones.  Hay que pedirle, al menos, que la ofrenda de los muchos mártires actuales, como el de las Carmelitas, contribuya a su Reino y a su Paz.

 
Imagen de mmgsangil en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: