Editorial

El mundo necesita unas Olimpiadas en paz. París 2024 puede ser, debe ser, un remanso en los más de 70 conflictos armados (y otros, como el de México, que no entran en esa clasificación pero que generan más muertes que si fueran guerras declaradas) que están en activo en estos momentos en diversos puntos del planeta. Especialmente en Ucrania y en la franja de Gaza.

El papa Francisco se ha unido a la petición de una tregua olímpica como propone Naciones Unidas para los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024. Lo ha hecho con estas palabras, llenas de ilusión de que pare la maquinaria de la muerte y el mundo abra senderos por donde se cuele el viento fresco del entendimiento y de la armonía: “Mi esperanza es que el deporte pueda construir puentes, derribar barreras y promover relaciones pacíficas de manera concreta.”

En muchos países suenan tambores de guerra. Las democracias están siendo vulneradas por dictaduras de toda índole. Mientras que miles de personas mueren de hambre, de sed, de enfermedades curables, de abandono, bajo las bombas de ejércitos crueles, que no respetan nada cada minuto. El 2 por ciento del gasto armamentístico anual de las siete potencias podría acabar de una vez y para siempre con el hambre y la falta de educación en el sur global. Y si se desata una guerra nuclear, la creación desaparecería en 72 minutos… y nosotros con ella.

¿Estamos locos? Pareciera ser que sí. Pero las Olimpiadas nos traen otro mensaje. El de la competencia leal, el del esfuerzo por ser mejores, el del sacrificio en aras de una meta. Mensaje consolador y suficiente para llenar los huecos que nos ha dejado el desánimo en el alma. San Pablo mismo, conocedor del origen de las olimpiadas en Grecia, hablaba de haber corrido bien su carrera y esperar el premio justo. Estamos necesitados, urgidos, de ese testimonio: atletas que buscan sin trampas llegar a la cima. Lo importante para ellos no es ganar, sino saber competir. Que el mundo entero lo entienda así.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de julio de 2024 No. 1515

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