Por P. Fernando Pascual
Puede parecer difícil, incluso notamos cierta resistencia interior. Pero nos damos cuenta de la importancia de ponernos objetivos concretos para el futuro.
Así, la familia puede planear qué cambios hacer en la cocina, cómo arreglar las paredes de varias habitaciones, cuándo salir de vacaciones.
También en el trabajo resulta clave fijarse objetivos: para el mes, para el semestre, para el año, para el trienio.
Incluso a nivel personal notamos la necesidad de ponernos objetivos: para mejorar la salud, para aumentar el tiempo y calidad del ejercicio físico, para fijar momentos que nos permitan llevar adelante buenas lecturas.
Ponerse objetivos significa, por un lado, tener metas. Esperamos que sean buenas, que estén pensadas de modo realista, que ayuden a personas concretas y a grupos (familia, compañeros de trabajo).
Por otro lado, significa mirar el tiempo “disponible” y fijarse objetivos concretos para las siguientes semanas o meses.
Nos puede costar emprender la tarea de escoger objetivos, elaborar planes para lograrlos, y fijarnos un calendario concreto.
Pero el esfuerzo por elaborar y poner en marcha un buen proyecto ayuda a invertir energía y tiempo en objetivos, algunos realmente importantes, que, de otra manera, quedan en el aire, entre los sueños nunca realizados.
Necesitamos tomarnos tiempo para pensar, en serio, qué objetivos tenemos, cómo invertir bien nuestro tiempo y nuestras energías, en qué manera alcanzar lo que llevamos en el corazón.
Si elaboramos un buen programa, con objetivos concretos y calendarios precisos, descubriremos cómo tantos sueños pueden hacerse realidad, y cómo teníamos, al alcance de la mano, medios y voluntades para mejorar un poco nuestras vidas.
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