Por Sergio L. Ibarra

La complejidad de educar a las juventudes inundadas por un montonal de información inútil y con frecuencia falsa, en un mundo relleno de consumo, de inmediatez, de intereses económicos, de un creciente egoísmo violento, de discriminación, de superficialidades y de una tendencia hacia el aquí y el ahora, de tanto tienes, tanto vales, la educación católica por supuesto que es un potencial muro de contención espiritual ante esta avalancha de inmoralidad, incivilidad, intolerancia y desconfianza que acecha, sino que es que ya se ha apoderado de la mente y de los corazones de millones de jóvenes en el mundo.

Quien crea que la educación católica es obsoleta, lo hace desde la ignorancia. La identidad es un factor social que se ha diluido y que tiene que ver con el orgullo y la motivación humana. La Compañía de Jesús es una orden de sacerdotes católicos fundada aproximadamente hace 500 años por San Ignacio de Loyola. Integrada por más de 15.000 sacerdotes, académicos y hermanos en todo el mundo. Uno de ellos es el Papa Francisco.

Son reconocidos por sus universidades y escuelas, por ocuparse de las personas en casas de retiros, parroquias, hospitales y campos de refugiados. Los jesuitas se basan en la tradición de espiritualidad y reflexión ignaciana. Buscan la contemplación en acción. Buscan cuidar y formar a la persona en su totalidad: cuerpo, mente y espíritu.

Uno de los puntos centrales del reciente debate de la Agenda Estratégica de la orden se enfocó en la búsqueda de continuar actualizando la colaboración, la innovación y la promoción de la identidad jesuita. El enfoque educativo jesuita es que los hombres y mujeres se eduquen para los demás. Quienes pasamos por sus aulas aprendimos algo que nos identifica: sirve a los demás de la mejor manera que te sea posible, porque esa es la mejor forma de servir a Dios.

Sostener esta identidad representa un conjunto de retos en este siglo XXI que provienen del contexto de cuestiones contemporáneas, como la inteligencia artificial y de contextos cada vez más multireligiosos y multi convicciones. Las instituciones de educación formal que dirigen los jesuitas atraen a jóvenes, en particular a quienes enfrentan condiciones de marginación, y proporcionan una alternativa que fomenta la esperanza y la resiliencia.

Dicho en sus propios documentos, “nuestro estilo de trabajar y concebir la misión de la Compañía como servicio a la fe, a la justicia y a la reconciliación.” La educación jesuita apunta a la excelencia a través de una formación basada en: la consciencia, la competencia, la compasión y el compromiso. Si tuviésemos la oportunidad de hacer un examen a la juventud de estos cuatro criterios, no sería extraño que reprobamos. Los 10 identificadores que describen el deber ser de un colegio jesuita en sus características más importantes se citan a continuación y se sugiere hacer una lectura reflexiva:

  1. Católico, empeñado en una formación profunda en la fe en diálogo con otras religiones y visiones del mundo.
  2. Comprometido en crear un ambiente escolar seguro y saludable para todos.
  3. Comprometido con la ciudadanía global.
  4. Comprometido con el cuidado de toda la creación.
  5. Comprometido con la justicia.
  6. Comprometido a ser accesible para todos.
  7. Comprometido con la interculturalidad.
  8. Comprometido en ser una red global al servicio de la misión.
  9. Comprometido con la excelencia humana.
  10. Comprometido con el aprendizaje a lo largo de la vida.

¿Imaginemos si las escuelas y los libros de educación pública básica tuviesen ya no los diez, sino la tercera parte? No reprobaríamos de manera sistemática desde hace décadas en aritmética y en gramática.

Cito una de las máximas de los jesuitas: “acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador, en una actitud permanente de discernimiento y de apertura a la realidad.” La educación católica sí está al día del contexto diverso y complejo del siglo XXI, el gran desafío es construir identidades que formen seres humanos que construyan una mejor sociedad, no que la destruyan.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 28 de julio de 2024 No. 1516

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