Por P. Joaquín Antonio Peñalosa

Ilumina las tricolores fiestas patrias de septiembre, la figura del Padre Miguel Hidalgo en quien venera México al inmortal iniciador de su Independencia.

¿Está excomulgado hoy? ¿Pesa todavía sobre su cabeza –la Cabeza de la Insurgencia– alguna excomunión o maldición eclesiástica? De ninguna manera; puesto que, al confesarse antes de la muerte, quedó absuelto de cualquier sanción espiritual en que pudiera haber incurrido

Suponiendo, sin conceder, que hubiera merecido Hidalgo esta gravísima pena, le fue ciertamente levantada en la confesión sacramental con que se aprestó a su cristiana muerte. Así murió el héroe, en perfecta reconciliación con la Iglesia y es cosa notoria y fuera de cualquier posible discusión. Y no por excepción que se haya hecho con él; en cualquier excomulgado si se confiesa in articulo mortis, queda perdonado y vuelto a gozar de la comunión eclesiástica.

Pero esto que sucedió en el fuero interno, se hizo patente en lo externo. Ya que se le dio cristiana sepultura en la Capilla de la Tercera Orden de Chihuahua y, mucho más solemne y públicamente, al erigirse en 1823, un túmulo en la Catedral Metropolitana de México.

Según derecho eclesiástico de aquellos días, no podía darse sepultura religiosa a quien hubiera sufrido válida excomunión; además, merecían esta misma pena quienes hubieran osado sepultar en sagrado a la persona excomulgada. El hecho mismo de que el Padre Hidalgo fue sepultado en aquella Capilla y de que sus restos hayan reposado por más de un siglo en la Catedral, son ya una declaración pública y solemne de que el insigne Cura de Dolores y Párroco de toda la Patria, no está excomulgado. ¿Pero lo estuvo?

Aquí tienen la palabra de los historiadores y los canonistas, a condición de que cuantos desocupen del asunto, no se atrevan a decir nada falso ni a callar nada verdadero. Regla de oro para toda investigación.

En el aspecto histórico, dos sacerdotes historiadores negaron la validez de la excomunión de Hidalgo; así el jesuita Mariano Cuevas y el canónigo Jesús García Gutiérrez. El siempre sagaz padre Alfonso Méndez Plancarte, probó la nulidad de la excomunión basándose en el derecho canónico, esto es, en las leyes eclesiásticas que entonces privaban. Leyes que, al ser violadas, invalidaron la excomunión del “Buen Cura”. Buen Cura, hermoso título con que lo graduó Salvador Díaz Mirón. Genuino Padre de nuestra Patria.

*Artículo publicado en El Sol de México, 9 de septiembre de 1993; El Sol de San Luis, 12 de septiembre de 1993.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de septiembre de 2024 No. 1523

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