Por Rebeca Reynaud

Hace unos años, lo propio de la juventud era el entusiasmo, la alegría, los grandes ideales. Ahora, esta generación vive un estancamiento emocional. En los jóvenes hay poca ilusión por la vida, y no sólo sucede en los jóvenes sino en personas de otras edades. Hay depresión y ansiedad, tenemos 25% de la población la padece, y muchas personas no son tan conscientes de ello, se acostumbran a vivir con ello. La vida se les ha vuelto una losa pesada.

El cardenal Paul Poupard observa: La emoción es el nuevo nombre de la “evidencia”. Cuanto más intensa es la emoción, tanto más fuerte es la certeza de la “verdad” experimentada. La emoción abre de alguna manera detrás de sí, una sensación irrefutable, cuya verificación es campo casi exclusivo de la subjetividad; cuyos datos vienen de este modo asignados a eventuales producciones internas.

Culturalmente las manifestaciones afectivas entre familiares, amistades o parejas de prometidos, para no hablar de algunos lamentables espectáculos urbanos, han tenido un notable crecimiento en la exterioridad pública.

La palabra emoción se ve en muchos campos polarizada a dos estados casi antagónicos: la depresión, como ausencia de una carga estimulante para vivir, y el placer, realidad de intensa gratificación sensorial, que abruma la inteligencia con el peso intenso de un presente armónico, con un deseo insaciable de felicidad que comienza a ser satisfecho.

 De este modo, la emoción no sólo viene conectada con la ética, “conocer el modo menos doloroso y más veloz de gozar un instante, se vuelve una máxima sapiencial de nuestra era”. Lo fugaz, lo contingente, la veleidad, deviene principio absoluto de veracidad y bondad. Lo transitorio sustenta ahora la estructura de la razón y de la voluntad, y el ser, la entidad, no aparece sino exclusivamente en los rasgos del sentir. Los bienes inmediatos y verdades pasajeras conforman ahora el paisaje de lo contemporáneo, un paisaje tanto polifacético como absurdo.

 Al colocar la emoción como criterio de veracidad, las caricias reemplazan a la fidelidad y la honestidad reciba el relevo del oportunismo. Se puede decir, que el hombre y la mujer contemporáneos se perciben a sí mismos como realizados, cuando la intensidad de las emociones gratificantes rebasa en su duración, el impacto de las sensaciones de insatisfacción, frustración o fracaso. No es el fracaso en su objetividad lo que más agobia, cuanto la sensación de dolor de la que se pretendía escapar la que destruye.  (Hasta aquí Poupard).

El suicidio aumenta, lo que habla de un estado de salud social deteriorado. Nuestras circunstancias actuales no son nuestro destino. Podemos cambiar la situación. A veces vemos la vida como si todo lo que estamos viviendo se para, como una fotografía, y no es así, la vida sigue. Podemos provocar que el siguiente momento sea igual o no lo sea. El momento más oscuro de la noche es antes del amanecer. ¡La vida es maravillosa! Tiene tonos claros y oscuros, como una pintura ilustre, sin esos tonos diferentes, no habría cuadro.

Somos libres porque llevamos el timón de nuestro barco, en las borrascas y en las épocas de bonanza. Puedo tener una vida fallida o una vida lograda. Hay ciudades zombies en Estados Unidos, como Kensington (Filadelfia), donde se consume mucha droga y hay prostitución y muchos delitos. El fentanilo los vuelve zombies. Es quizás el barrio más peligroso y triste de ese país. En realidad, todos estamos destinados a la grandeza. Somos libres y forjamos nuestro propio destino.

Hay tres obstáculos para lograr una vida plena: Pensar que la plenitud de la vida te la va a dar el dinero. El dinero no produce felicidad. Hay gente que sustituye la vida por el placer; si no puedo contestar el para qué de la vida, no encuentro la respuesta que necesitamos.

El poder desmedido nos nubla la vista, nos eleva y nos estrella, nos saca de la realidad. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, decía Lord Acton, historiador católico británico.

No podemos pensar “estamos mal y así nos vamos a quedar”.

Hay que ejercer la libertad, en su concepto real. Ser libres es tener autodominio. Si tengo que ir a trabajar, suena el despertador y lo apago, eso ¿es un acto de libertad o de debilidad?

Preguntarnos ¿cuál es el propósito de mi vida? No saber contestar nos debe poner en alerta. Es necesario preguntarme ¿qué me mueve? Si no tengo la respuesta, debo buscarla y encontrarla. Viktor Frankl dice que siempre se puede encontrar sentido a la vida. Si libro El hombre en busca de sentido es una lectura que puede ser de gran ayuda.

La libertad se vive dentro de la ley, ya que la libertad no es libertinaje.

Por favor, síguenos y comparte: