Por Rebeca Reynaud
El autor del libro Mujer de rojo sobre fondo gris, se expresa así de su esposa: “Una mujer que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir”.
Dios creó el alma de la mujer para darle su amor infinito, para ser una ayuda, para que llevara al hombre al bien, para que pudiera elevarle, no rebajarle. Para que le diera su amor, no su odio, no su venganza por el mal recibido. El Señor la creó para que fuera la alegría de Dios y del varón.
Por medio de la mujer el hombre alcanza la paz. Las mujeres son depositarias de todos los hombres de la tierra, a ellas se les están confiados. Por eso el alma de los hombres se encuentra tan perdida, porque no hay verdaderas mujeres en su camino.
La mujer ha de recuperar su vocación de esposa y de madre. La madre tiene el poder de volver el corazón del hombre hacia ella. El nivel de una civilización depende del nivel de sus mujeres en el sentido cultural, espiritual, etc.
En el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam, gran intelectual de su época afirma que la mujer es un animal necio e inepto pero bello y amable. Todavía no había tenido las oportunidades que ahora le otorga el siglo presente.
Decía un mensaje de e-mail:
Una mujer de oración, hace el desierto florecer.
Una mujer de oración, ve las tempestades como oportunidades.
Una mujer de oración, llora, mas no se da por vencida.
Una mujer de oración, está siempre dispuesta para la guerra.
Una mujer de oración, no desiste, insiste.
Una mujer de oración, no habla, actúa.
Una mujer de oración, transforma una maldición en bendición.
Una mujer de oración, actúa con sabiduría.
Una mujer de oración, no se exalta, se humilla para ser exaltada.
Una mujer de oración, es discreta, ella sabe su lugar.
Una mujer de oración, dice palabras que edifican y que dan vida.
Una mujer de oración, no se describe por lo que tiene, sino, por lo que es.
Una mujer de oración, actúa por la fe.
Una mujer de oración, no tiene miedo, confía en Dios.
La verdadera MUJER de oración, es aquella que tiene conciencia que con Dios lo puede todo y que para tener victorias sólo es preciso confiar.
Para la MUJER de oración no hay nada imposible, ¡con su fe todo lo cree, todo lo espera y lo recibe!, tarde o temprano.
Muchas veces sufrimos inútilmente por querer hacer nuestra voluntad y no la Voluntad de Dios. El Reino de Dios es que se haga aquí su voluntad, es invitar a Jesús a nuestra vida cotidiana. Para todas mis amigas, sobrinas y hermanas, MUJERES FIELES al AMOR DE DIOS, gracias por su fidelidad y su oración.