Por P. Joaquín Antonio Peñalosa
Durante varios siglos, fue Europa la que tuvo y mantuvo la hegemonía cultural en el mundo. Cultura occidental –europea– y civilización eran prácticamente lo mismo. Por eso las naciones colonizadoras la imponían según la consideraban como el único medio para que los pueblos colonizados entrasen en el mundo civilizado.
Ante las puertas del tercer milenio, las cosas están cambiando rápidamente. Aquellas culturas que estaban prácticamente ignoradas o silenciadas reclaman ahora su reconocimiento y su lugar en la historia. Quieren formar parte del nuevo orden social en el cual no existan unas cuantas culturas devoradoras, sino que deben existir y ser respetados todos los focos y centros culturales que habrán de armonizarse y enriquecerse mutuamente para integrar la nueva civilización. Nueva, multirracial, pluricultural.
Las culturas indígenas precolombinas han reaparecido con notable fuerza exigiendo su reconocimiento y sus derechos. Pese a que se intentó erradicarlas violentamente en la conquista, han permanecido vivas después de cinco siglos ejerciendo una influencia soterrada, pero eficaz, a pesar del olvido y del menosprecio con que han sido tratadas.
Iberoamérica, y México por lo mismo, es un mosaico de culturas que representan un bien común y un patrimonio social. Cada etnia aporta sus elementos artísticos, morales y sociales; su modo de pensar y hablar, de vivir y reaccionar frente a los avatares de la vida. Desde una actitud ética, no es lícito arrebatar a ningún pueblo lo que ha ido conformando vitalmente y le ha conferido su identidad peculiar.
La cultura oficial o generalizada de una nación se vivifica y complementa con la defensa, el respeto y la devoción a la cultura de los grupos minoritarios; con el cuidado de mantener vigentes sus antiguas raíces. Ni imposición de la cultura mayoritaria, ni separatismo de las culturas minoritarias.
A medida que una cultura es monótona, es más pobre. De ahí la riqueza de América Latina y de México que deben empeñarse, cada vez más, en la aceptación real, en el diálogo intercultural y en hacer suyos su ser indígena y su ser mestizo. Nuestro color y sabor “café con leche”, que decía el poeta Ramón López Velarde.
*Artículo publicado en El Sol de San Luis, 11 de enero de 1997.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de octubre de 2024 No. 1526