Las Diócesis de El Paso, Ciudad Juárez y Las Cruces organizaron una celebración en homenaje a los miles de personas que han muerto en su intento de llegar a Estados Unidos. El Obispo José Guadalupe Torres Campos reiteró el compromiso de amar a los migrantes para acogerlos, promoverlos, integrarlos y protegerlos.

Por Sebastián Sansón Ferrari – Vatican News

Con profunda fe, el Pueblo de Dios que peregrina en las diócesis de El Paso, Las Cruces y Ciudad Juárez se reunió en la mañana de este sábado 9 de noviembre en la Casa de Adobe, un punto cercano a la frontera entre México y Estados Unidos, para celebrar la sagrada Eucaristía por el eterno descanso de todos los migrantes fallecidos en su travesía en busca de una vida mejor. En un predio al aire libre, ondeaban banderas de varios países, representando la diversidad de nacionalidades de las personas en situación de movilidad humana y su vínculo con sus tierras de origen.

El Obispo de Ciudad Juárez, Monseñor José Guadalupe Torres Campos, afirmó que la ceremonia constituía «un signo de unidad» y, en ella, renovaron el compromiso de «amar a los migrantes, acogerlos, promoverlos, integrarlos y protegerlos». Concelebró la misa Monseñor Mark Joseph Seitz, obispo de El Paso.

Torres Campos había convocado a los fieles de todas las comunidades, en coordinación con sus párrocos, para participar en la medida de sus posibilidades. Se trató de un «momento importante» para la Iglesia fronteriza, como él mismo expresó en un mensaje previo. En él, recordaron a quienes, a pesar de las dificultades y sacrificios, «dejaron sus hogares con la esperanza de encontrar dignidad y seguridad para sus seres queridos».

«Tenemos que trabajar, servir, acompañar con amor»

En su homilía, el Obispo de Ciudad Juárez aludió al lema escogido por el Santo Padre para la 110ª Jornada Mundial del Migrante y Refugiado 2024, «Dios camina con su pueblo», y expresó: «Experimentamos ese caminar de Dios con nosotros, que es, como hemos cantado en el salmo responsorial, compasivo y misericordioso».

“Un Dios compasivo y misericordioso que libera a su pueblo de la esclavitud de Egipto, que acompaña a su pueblo en el desierto, pueblo que camina hacia la tierra prometida, un pueblo que se hace presente en su Hijo Jesucristo.”

Torres Campos aseveró que los migrantes dan testimonio de que Dios camina con ellos e invitó a pensar en todo el territorio latinoamericano. «¡Cuántos hermanos nuestros han muerto!», exclamó el pastor, quien subrayó: «Es un clamor al cielo, al Padre, pero también a la humanidad: ¿Qué sucede, qué pasa, por qué?».

Además, reivindicó la necesidad de impulsar acciones a favor de nuestros hermanos migrantes, de vencer el pecado de la indiferencia y del silencio y reiteró el deber de anunciar el Evangelio con las palabras y con las obras, sobre todo a través de la cercanía. «Bajarnos del caballo, mirar al herido, curarlo, levantarlo y llevarlo a la posada», dijo.

Al mismo tiempo, llamó a construir una «Iglesia samaritana», como pide el Papa Francisco, y a denunciar las injusticias, la persecución, las extorsiones, las muertes y los asesinatos de los migrantes. «Tenemos que trabajar, servir, acompañar con amor», sostuvo.

La Red Fronteriza por los Derechos Humanos informó, durante el fin de semana del 2 y 3 de noviembre, que 176 personas en contexto de movilidad perdieron la vida solo en el sector de El Paso, según datos de la Patrulla Fronteriza. A su vez, unos 4865 migrantes han fallecido entre el 3 de noviembre de 2014 y el 3 de noviembre de 2024, de acuerdo con el portal de datos abiertos habilitado por la Organización Internacional para las Migraciones.

La Iglesia en las diócesis de fronteras

La situación sigue siendo crítica y peligrosa. Millones de personas, muchas de ellas provenientes de Centroamérica, buscan cruzar la frontera con la esperanza de una vida mejor, pero enfrentan enormes riesgos, como el desierto implacable, las temperaturas extremas, el abuso por parte de traficantes de personas, entre otras variables. A menudo, miles de migrantes pierden la vida en su intento de cruzar, y sus muertes suelen quedar en el olvido. En este sentido, la misa binacional busca dignificar su memoria, haciendo un llamado a la solidaridad y al respeto de los derechos humanos en una región marcada por la división, pero también por la esperanza compartida de una vida mejor.

La Iglesia, especialmente en dichas diócesis de frontera, ha jugado un papel fundamental en la atención y acompañamiento de los migrantes, con albergues, comedores, centros de orientación legal y servicios de salud. Esfuerzos que no solo buscan mitigar las condiciones de vulnerabilidad, sino también brindarles una voz y una dignidad en medio de la indiferencia y la violencia que muchos enfrentan. Además, la Pastoral de la Movilidad Humana, concertada con instituciones eclesiales y de la sociedad civil, los apoya en el restablecimiento de las relaciones familiares y lucha por promover sus derechos ante las autoridades. La misa binacional, al igual que estas acciones concretas, reafirma el compromiso de la Iglesia en la defensa de la dignidad humana y en la construcción de un mundo más justo y solidario para todos, sin importar su origen o estatus migratorio.

 


 

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