Por P. Joaquín Antonio Peñalosa
Fuera de los que “nacieron jubilados” como Samuel Beckett –el autor de Esperando a Godot–, llama a los perezosos de tomo y lomo, a los que jamás pusieron a funcionar su inteligencia y sus manos, hay mucha gente, miles de jóvenes que quieren colocarse. Los cual significa que hay mucha gente sin colocación. Verdades de Perogrullo, pero verdades como catedrales. Desempleo y subempleo caminan peligrosamente de la mano. Porque es un peligro económico, moral y social el que tantos carezcan de un trabajo seguro, estable y justamente remunerado.
Hay los que buscan trabajo en lo que sea. “Lo que sea” es una frase que por una parte pinta la necesidad imperiosa que alguien tiene de trabajar para no morirse de hambre; por otra parte, expresa que el candidato a la colocación no está preparado para un determinado tipo de trabajo, y así es difícil que lo encuentre. No hay trabajo “en lo que sea”. Puede haber una plaza de oficinista, de herrero, de mecánico; pero el que dice que sabe hacer un poco de todo y se conforma con cualquier cosa, confiesa su incapacidad según corre el peligro de engrosar las filas de los desempleados.
Hay los que buscan empleo con una buena preparación y no lo encuentran. Jóvenes que han cursado una carrera profesional o subprofesional, que han pasado largos años de estudio y esfuerzo para convertirse en administradores de empresas o en técnicos en maquinaria.
Y sin embargo no encuentran un puesto de trabajo que esté en consonancia con su preparación y sus aspiraciones.
Una vez que reciben el título, ilusionados y crédulos de que con él conquistarán la tierra, comienza generalmente el lento recorrido, de puerta en puerta, en demanda de trabajo, que no siempre se consigue ante la saturación o la falta de nuevas fuentes laborales. No es raro encontrar a un abogado convertido en productor de quesos o a un licenciado en economía asociado con un comerciante de electrodomésticos. ¿Y la vocación? A fuerza de golpes, el joven -él o ella-, abandona su verdadera vocación para buscar trabajo en cualquier empresa y ganar así el pan de cada día. ¿Triste? Sí, triste, pero así es.
Hay los que buscan colocarse en la administración pública pensando que tendrán a la vez dinero y poder; dadme estas dos palancas y moveré el universo. Para realizar el sueño de su vida, recorren a recomendaciones y relaciones, el conocido y el amigo del amigo, la caravana y la adulación, el telefonema y la carta. “Estimado señor secretario general, tengo mucho interés en que usted se sirva dar una oportunidad de trabajo a mi buen amigo, el licenciado…”
Cuando los cortesanos se acercaban a Luis XIV para solicitarle un trabajo, un puesto, el Rey Sol, que era muy cauto, se limitaba a contestar: Ya veré. Ojalá así de cautas se muestren las autoridades mayores y menores del país para colocar en todos los puestos -desde una secretaría de estado hasta un departamento municipal-, a personas preparadas, trabajadoras, honestas y patriotas, cualquiera que sea su pensamiento político o filosófico. Estorba el amiguismo, el compadrazgo, el partidismo. Importa la patria.
* Artículo publicado en El Sol de San Luis, 5 de noviembre de 1988.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de noviembre de 2024 No. 1531