El adviento es una oportunidad para ser generoso, donando aquello que se encuentre en buen estado y ya no necesites

Por Miriam Apolinar

Se acerca el fin de año y el ambiente cambia de manera especial. En las calles, hogares y centros comerciales comienzan a aparecer luces, árboles decorados, nacimientos y todo aquello que nos recuerda que la Navidad está cerca. Sin embargo, en medio de esta atmósfera festiva, muchas veces nos dejamos llevar por las compras, los regalos, las reuniones sociales y las fiestas. Es fácil olvidar que la Navidad no es solo una celebración exterior, sino que implica una preparación interior y profunda, un tiempo de disposición del corazón para el nacimiento del Salvador. Este es el propósito central del Adviento.

La palabra Adviento proviene del latín adventus, que significa “venida o llegada”. En la tradición cristiana es un tiempo que se vive en las cuatro semanas previas a la Navidad y que es destinado a preparar el alma para recibir a Jesús. Este periodo de gracia nos invita a hacer una pausa, a reflexionar y a despejar el corazón para recibir el amor y la paz que se celebran en la Navidad. Como dijo el Papa Francisco: “El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos las máscaras –que cada uno tiene– y ponernos en fila con los humildes; para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar nuestros pecados, aquellos escondidos, y recibir el perdón de Dios, para pedir perdón a los que hemos ofendido”.

Con este espíritu en mente, comparto cuatro propósitos que nos pueden ayudar a vivir un Adviento auténtico, profundo y significativo, donde la preparación no solo sea externa, sino principalmente interior:

Practicar la humildad y despojarnos del orgullo

El Adviento nos invita a mirar hacia nuestro interior y reconocer nuestras limitaciones. Nos ofrece la oportunidad de practicar la humildad y de quitar las “máscaras” que a veces llevamos. Esto implica aceptar nuestras propias fallas y abrirnos al cambio. ¿Por qué no dedicar unos minutos cada día para reflexionar sobre aquellas actitudes o pensamientos que queremos dejar atrás? Este es un paso fundamental para recibir el amor y la gracia que se celebran en Navidad.

Buscar la reconciliación y el perdón

El Adviento es un tiempo perfecto para la reconciliación. Perdonar y pedir perdón no siempre es fácil, pero es necesario para aliviar el corazón y abrir espacio para la paz. Podemos empezar con pequeños gestos, ya sea reconciliándonos con alguien cercano o buscando el sacramento de la confesión si es parte de nuestra fe. Cada acto de perdón es una forma de acercarnos a la verdadera esencia del mensaje navideño: el amor y la compasión.

Practicar la generosidad y el servicio

La época de Adviento es un momento ideal para recordar que el amor al prójimo es fundamental. Más allá de los regalos materiales, podemos buscar maneras de ayudar a otros, tal vez colaborando con organizaciones de caridad, visitando a personas solas o enfermas, o dedicando tiempo a quienes lo necesitan. La generosidad de nuestro tiempo y nuestro amor puede marcar una diferencia real en la vida de quienes nos rodean, y también en nuestro propio corazón.

Profundizar en la oración y la meditación

Finalmente, el Adviento es un tiempo propicio para cultivar la espiritualidad. Como dijo el Papa Francisco, “la oración nos transforma, infunde la fuerza para perdonar”. Dedicar un momento diario a la oración o la meditación nos ayuda a conectar con Dios y a encontrar paz en medio del ruido del mundo exterior. Puede ser un momento de silencio, de lectura de un pasaje bíblico o simplemente un espacio para agradecer. Estos momentos de intimidad nos preparan para vivir el Adviento de manera plena y consciente.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de diciembre de 2024 No. 1534

 


 

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