Por Rebeca Reynaud
¿Por qué Dios creó la familia? ¿Por qué Dios nació en una familia?
Porque ese es el vehículo a través del cual nos aseguramos poder vivir en el amor, desde el amor y hacia el amor. No hay otra cosa. Y cuando no tienes eso, se producen situaciones que no se deberían producir. El noviazgo no es para mirarse y darle cuatro besos. El noviazgo está para poder hablar de un futuro común. Mi obligación número uno es ayudar a mi mujer a llegar al cielo, y su responsabilidad es ayudarme a mí a que llegue al cielo.
Enamoramiento y noviazgo
Enamorarse implica básicamente un descentrarse de sí para centrarse en la persona del otro. Sea cual sea la forma psicológica como se inicia, el enamoramiento tiene siempre la dimensión del descubrimiento del otro. En el origen del despertar del sentimiento de enamoramiento suele haber una llamada de la belleza del otro. Su sonrisa, su voz, su forma de mirar, atraen la atención. Inseparable del atractivo físico es el atractivo personal. Nadie había visto en mí lo que tú has visto. Nadie había suscitado en mí lo que tú has suscitado. Tú despiertas dimensiones de mi ser, de mi sensibilidad, que nadie había despertado hasta que tú llegaste a mi vida. Me siento como renacido. Mi vida en cuanto enamorado empieza a girar en torno a la tuya. Mi tiempo se empieza a medir en relación con tu presencia y tu rostro. Estoy todas las horas esperando el encuentro contigo. Los momentos de la separación se hacen insufribles e implacables. No me es suficiente tu continua presencia intencional en mi mente y atención. El mundo entero cambia de semblante ante mis ojos. La gente me parece más guapa, más generosa. Las calles del pueblo o de la ciudad tienen un fulgor especial, nuevo. Son más acogedoras, más cálidas. Todo cambia y se transforma. Se inicia un mundo nuevo, diferente.
Tiempo de liberación
Bonifacio Fernández explica: Liberarse de la tendencia a la sumisión y a la fusión constituye un aprendizaje que se ensaya e inicia en el noviazgo. Además de dejar el mundo de la protección, se deja el mundo de la masificación. Alguien se ha fijado en mí. Me ha visto como alguien especial. Me ha elegido entre millares de hombres o mujeres. Disfruta de estar conmigo. Soy importante para él.
Con alguna frecuencia, el noviazgo comporta la liberación de relaciones familiares sobreprotectoras e incluso opresoras y autoritarias. Hay quien se casa para liberarse de su familia y para desafiar a sus padres. Es ésta una pésima motivación para el matrimonio.
El noviazgo es también una aventura. Se emprende un camino nuevo que tiene gran atractivo y también notables riesgos. Implica dejar las seguridades de lo ya conocido y emprender un experimento hacia dentro de cada uno y hacia el otro.
El enamoramiento incipiente implica el ejercicio del arte de la seducción. Cada uno muestra lo mejor de sí mismo. Muestra sus mejores encantos personales: su belleza, sus habilidades, su simpatía, su inteligencia. Pone en juego lo que considera más valioso y atractivo de su ser varón o de su ser mujer. Se llena de expectativas y deseos de caer bien al otro. Pero en el desarrollo de la relación van emergiendo y desarrollándose las mejores capacidades de cada uno: su generosidad, su amor, su entusiasmo… Se dan también los primeros tanteos en el arte de la dominación y de la posesión. Te quiero mía, te quiero a la medida de lo que a mí me gusta y yo necesito. Te quiero porque te necesito: me hace falta tu compañía, tu cariño, tu simpatía, tu seguridad, tus ganas de vivir, todo lo que tú me das…
Estas pretensiones producen conflictos. Las discusiones de los novios constituyen en realidad pruebas de fuerza. Están en el contexto de la pretensión de dominar al otro. Las peleas son sanas en cuanto que nos ayudan a conocer al otro.
Tiempo de comunicación
Los enamorados emprenden un proceso de conocimiento y descubrimiento mutuo que va construyendo la intimidad. Se tiende a narrar todos los detalles del día. Toda la historia personal se convierte en narración. Los lugares, los nombres, las personas, los paisajes de la vida de cada uno, adquieren inusitado interés para el otro. Se quiere conocer con todo detalle al amado. Los enamorados tienen mucha necesidad de hablar.
Los enamorados sueñan juntos el futuro. Inventan y planean la vida juntos. Diseñan la casa en que van a vivir: la morada común simboliza la necesidad de permanecer juntos. Diseñan, sobre todo, un camino de singularidad, un proyecto de vida. Van a ser un matrimonio original, único.
El matrimonio se sueña como un proyecto de vida, no es sólo un estado de vida. Parte de una elección libre. Con la boda comienza un tiempo de realización de las promesas. El amor de novios, emotivo y romántico, tiene que irse convirtiendo en amor conyugal, realista y racional. El «sí quiero» se despliega en el sí diario. La alianza de amor se muestra como permanente vocación de amor en la convivencia.
Actualmente, entre los elementos subjetivos que contribuyen al éxito matrimonial se enumeran los referentes al ajuste relacional, como son la fidelidad, el aprecio mutuo, la aceptación, la comprensión y la tolerancia. En el segundo lugar de la escala están los factores de la convivencia, como son el compartir los quehaceres domésticos, el tener gustos e intereses comunes, relación sexual feliz, independencia de la «familia política». En conjunto, pues, se exige más calidad humana a la vida matrimonial.
Por diversos motivos a veces se fracasa. Si el Dios que «hace posible lo que parece imposible» está interesado en el éxito de cada relación conyugal. Puede renacer el fuego del amor desde sus cenizas. El sueño profundo es siempre recuperable. No es menester renunciar a él. Dios quiere que seamos felices. Y la felicidad de la pareja reside en el desarrollo de una relación íntima, profunda, responsable. Dios los llama a persistir en la realización de ese proyecto de amor forjado durante el noviazgo y primeros años de matrimonio, que constituyen la experiencia fundante del matrimonio.