Por P. Fernando Pascual

Por diversos motivos, numerosas revistas siguen sistemas de evaluación antes de publicar cualquier texto que les sea ofrecido. En muchos casos, se adopta un sistema de evaluación entre iguales (peer review) que, se espera, garantice una buena cualidad de los trabajos aceptados.

En general, los sistemas de evaluación “funcionan” y logran que no salga a la luz material que realmente no lo merece. Pero existe el peligro de cerrar el paso a autores creativos que no se ajustan a los parámetros “oficiales”.

Aunque se trate de un anacronismo, diversos textos de Descartes, de Kant, de Hume, serían rechazados por no citar suficiente literatura secundaria, por no ofrecer palabras clave, por no indicar al inicio un buen sumario, y otros requisitos parecidos que aplicamos en nuestros días.

Como dijimos, el ejemplo es anacrónico. Incluso más de uno pensará que Descartes se habría ajustado a las normas actuales si hubiera nacido entre nosotros. Pero quienes piensan eso, olvidan que Descartes tampoco se ajustó a las normas y parámetros de su tiempo…

Afortunadamente, y con no poca preocupación de quienes buscan controlar qué se publica y qué se excluye en el mundo de las revistas científicas, Internet permite que personas sin títulos, que no citan los últimos artículos sobre un tema, que no tienen notas a pie de página, publiquen ideas y reflexiones que a veces se difunden mejor que un texto aprobado por revistas científicas de alto nivel.

Es cierto que lo publicado en una revista muy especializada influirá en personas de mayor competencia en un ámbito concreto del saber. Pero ello no impide a tantas miles de personas “ordinarias” abrirse un espacio entre amigos y conocidos para difundir ágilmente sus ideas, algunas realmente estimulantes.

Ante este panorama, constatamos con cierto temor el creciente esfuerzo por grupos de poder para controlar (dicen, para “poner orden” y para evitar “fake news”) el mundo de Internet, de forma que nadie cante fuera del coro.

Esperamos que esos grupos no ahoguen la sana libertad de expresión que permitirá a genios que nacen fuera del “sistema” expresarse y compartir sus ideas, para así abrir horizontes originales al pensamiento humano.

No necesitamos un mundo lleno de gente que repite solo lo que permite una élite que se autoproclama censora de todo lo que digan los demás. Necesitamos más bien un mundo con gente creativa que estimule e invite a pensar de modos nuevos, aunque esa gente creativa escriba sin tener títulos y sin encontrar un espacio en revistas de alto nivel…

 


 

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