Por Rebeca Reynaud
Un psiquiatra llamado Robert Waldinger empezó hace décadas un estudio sobre la felicidad. Él es el cuarto investigador de este estudio. Robert piensa que las vidas más largas, sanas y felices proviene de tener vínculos fuertes con otras personas, por ejemplo, con la familia y los amigos, por el contrario, la gente que sufre soledad, aparte de que vive menos, es menos feliz.
Es un descubrimiento asentado. La mejor hipótesis que manejamos es que los relaciones y vínculos fuertes son protegen del estrés crónico. Cuando aumenta la circulación de hormonas del estrés, aumenta la inflamación. Cuando te pasa algo malo y lo cuentas a una persona cercana –como la esposa o la hermana-, el cuerpo se relaja. Las relaciones amistosas y familiares nos ayudan a regular las emociones negativas.
Cada uno tiene su personalidad, hay gente introvertida, tímida, y eso es normal. Se valora más a la persona extrovertida, pero la extroversión no tiene nada especial. Seamos de una forma u otra, uno necesita una o dos relaciones seguras. ¿A quién llamarías a mitad de la noche si tuvieras miedo o tuvieras un accidente?
Uno de los descubrimientos de la investigación es que la persona que hace lo posible por tener buenas relaciones con la familia y los amigos, la hace más feliz, por lo tanto, no hay que desatender esas relaciones, sino más bien, hay tener muestras de atención. Es posible, si queremos, sacar tiempo para dar un paseo, tomar un café o ver algo de deporte. También ayuda establecer rutinas con unas personas contadas, como juntarse para pintar, escribir un libro con un amigo o hacer deporte. A otras amistades les llamamos todas las semanas por teléfono. Tener pequeñas rutinas ayuda a regular las emociones negativas.
En las relaciones que se dan por sentado, ayuda mucho disfrutar de la mutua compañía, sino las relaciones se estancan. Un matrimonio debe salir solo una vez a la semana: salir a cenar o al cine, hablar, comunicar de cómo están como pareja.
Otras veces podemos hacer actividades con amigos: caminar, jugar, o hacer una actividad que nos apasione. Podemos hacer voluntariado en alguna causa: ayudar en un Banco de alimentos, llevar comida a los que esperan pacientes en los hospitales, sembrar árboles. Ayudar nos hace sentirnos útiles y eso combate la soledad. También hablar con desconocidos ayuda a combatir la soledad. Cada vez que tomas un taxi, podrías entablar una conversación con el conductor, si se presta a ello. La gente que habla con personas desconocidas, manifiesta que eso lo hace más feliz que ir a lo nuestro.
A la gente joven le gusta hablar del bienestar colectivo y del clima, de las vidas en otras comunidades del otro lado del planeta. Tenemos caracteres distintos y eso es parte de la chispa de la vida.
Los objetivos de la gente joven, en una encuesta del 2007, la mayoría quería ser rico o famoso y otro grupo quería destacar a nivel laboral. Diez años después muchos querían destacar en el trabajo y tener dinero, pero ya no deseaban ser famosos. En México la familia ocupa un lugar destacado, los lazos familiares son fuertes en muchos casos.
Las redes sociales mejoran nuestra realidad, pero en vez de acercarnos, nos están alejando unos de otros. Durante la pandemia, un señor se puso en contacto con sus compañeros de Primaria y se la pasó muy bien. Sólo se publican fotos cuando la pasamos bien, y eso no es toda la realidad, es parte de ella. Siempre comparamos la inconsistencia que interiormente padecemos con lo exterior de los demás.
Hay que ver cómo nos sentimos después de ver redes sociales; si nos hace sentir mal, hay que dejarlas y buscar cosas que nos insuflan energía. No hay que clavarnos, no hay que engancharnos en una plataforma; hay que ser más activos.
Hay que entablan nuevas relaciones, buscar colaboraciones. Hay mayores que leen cuentos a los niños o les ayudan en sus tareas. Hay programas en que personas mayores se ofrecen como mentores a los jóvenes, presencial o virtualmente.
En China e India la norma es que los mayores críen a los nietos, pero luego –al crecer- se van a estudiar a las ciudades. El desmoronamiento de estos patrones aviva la soledad de los mayores. Hay que saber escuchar para ayudar a los demás. Los desacuerdos se solucionan cuando no hay ganadores ni perdedores.
Cuando intentamos superar las dificultades hay que hacerlo con serenidad. Hay que alejarse de las relaciones donde hay miedo, intimidación y se concluye que es una relación tóxica.
La mitad de nuestra felicidad es temperamento innato. Podemos hacer de todo para ser felices, pero hay que contar con que existe un carácter, una predisposición a ello. Hay que vivir en el presente, no hacer mucho caso al “qué dirán”, y vivir el momento.
Finalmente, a esos estudiantes estudiados, a los 80 años, se les ha preguntado por qué se han sentido bien, y responden que han tenido una buena vida porque han cultivado sus relaciones. La práctica espiritual ayuda a mucha gente, para mí también, dice Robert Waldinger: importa en el mundo.