Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
La Iglesia católica, celebra el 6 de enero, o el domingo más cercano a este día, antes o después, la Solemnidad de la Epifanía del Señor, es decir, la ‘manifestación’ de Cristo Jesús a todas las Naciones, representadas por los Magos, personajes llegados del Oriente.
El Evangelio de San Mateo con frases sencillas como sencilla es la verdad, sin los adornos que ofrece una tradición milenaria fruto de la contemplación, del lenguaje simbólico y de la inteligencia de los misterios: ‘Unos Magos venidos del Oriente’. Nos habla de la llegada de los Magos a Jerusalén porque buscan al Rey de los Judíos que acaba de nacer, porque vieron surgir su Estrella y vienen a adorarlo. Se ponen en camino a Belén, por la profecía de Miqueas 5, 1 y evocando la tradición davídica de Belén salió David y saldrá su descendiente esperado (cf 2Sam 5, 2). Vieron de nuevo la Estrella, y llenos de alegría, se posó ahí donde estaba el Niño con María su Madre, le ofrecieron sus cofres, con los regalos de oro, de incienso y mirra (cf Mt 2,12). Buscan en Israel la luz mesiánica de la Estrella de David (cf Núm 24, 17; Ap 22, 16) al que será Rey de las Naciones (Núm 24, 17-19). De este modo la profecía se cumple, los gentiles descubren a Jesús y le adoran como Dios y Salvador, siendo receptores de las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento. Como señala san León Magno, en el Sermón 23, así ‘la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas’. Así tenemos la catolicidad que en el lenguaje bíblico implica la ‘totalidad’ de los judíos y de los gentiles. Como dice el Papa Benedicto XVI, ‘se da la convergencia de judíos y gentiles, por iniciativa amorosa de Dios, en única Iglesia de Cristo era “el misterio manifestado en la plenitud de los tiempos”…(cf Ef 3, 2s.5s).
San Juan Pablo II, en Redemptoris missio, 1, ‘a finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos’.
La palabra ‘mago’, no tiene en el texto el sentido que le damos hoy, sino más bien su raíz es del ario, como lo señala Martín Descalzo, en su magnífica obra ‘Vida y Misterio de Jesús de Nazaret’. No es palabra semita. Su raíz es ‘mag’ de donde procede el vocablo griego ‘megas’, el latino ‘magnus’, el sanscrito ‘maha’, el persa ‘magh’ cuya traducción sería simplemente ‘grande’ o ‘ilustrre’; algunas traducciones al inglés, lo traducen por ‘wise’, sabio.
Para los judíos el ‘Oriente’ es lo que está más allá del Jordán. Por eso las diversas hipótesis, que si eran de Persia, de Arabia, de Caldea.
La Iglesia a la luz del Salmo 71, al decir que los reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán sus dones; los reyes de Arabia y de Sabá le trarerán presentes. Sumamos el pasaje de Isaías 60, 6 que los de Sabá vendrán trayendo oro e incienso, de aquí el termino de Reyes.
Del número, no sabemos si fueron más de tres; el escritor eclesiástico de gran capacidad teológica y gran conocedor de la Biblia, Orígenes (circa 185) basado en los tres regalos ofrecidos al Niño Jesús, infirió que eran tres los Reyes.
En la Biblioteca Nacional de París, se conserva un manuscrito con los nombres: Bithisarea, Melchior y Gathaspa. En el Siglo IX le dan los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar.
La descripción de cada Mago, la da en el Siglo XII, san Beda el venerable, quien afirma Melchor era viejo, cano de barba y cabellos largos y grises; Gaspar, joven, imberbe y rubio; Baltasar negro y barbado. En esta descripción se apoyan los escultores y pintores.
Sobre la Estrella, también hay hipótesis Kepler habla de la conjunción de Saturno y Júpiter que sería en el 747 de la fundación de Roma, fecha posible del nacimiento de Cristo; o el cometa Halley que apareció doce años antes de nuestra era cristiana (cf Martín Descalzo, José Luis, ‘Vida y Misterio de Jesús de Nazaret’).
Lo importante es unir el hecho de la Estrella y su simbolismo. La visión sensible, el signo y la gracia interior para hacer esa peregrinación guiados por la Estrella, que finalmente la identificamos con el Mesías, Luz de las naciones.
El Concilio Vaticano II, bajo la acción del Espíritu Santo, ha tenido el anhelo de anunciar a la humanidad contemporánea a Cristo, así como, ‘Lumen Gentium’,-como Luz de las Naciones.
Es necesaria una nueva epifanía, -manifestación, de Cristo en nuestro mundo contemporáneo, ante el desafío de una civilización global que ponga en su centro la dignidad de toda persona humana enaltecida, valorada y redimida por Cristo Jesús, Cristo nuestra paz.
No basta lo político y económico si no se y se reconoce a la luz de Cristo la necesidad de la dimensión espiritual de la vida humana y una cultura cuya alma tenga por fuente a Cristo.
Sumergidos en la información y en los impactos visuales de los medios, se ha debilitado y a veces menospreciado la capacidad de síntesis crítica.
El Niño de Belén, el Dios con nosotros, nos ofrece la luz de un Dios cercano.
En la perspectiva de los Reyes Magos, pueden converger la dimensión política, la científica y la religiosa.
Ya no solamente el hombre busca a Dios, como los Magos, sino Dios mismo se ha acercado a nosotros para traernos la Vida (Jn 3, 3-6).
Desde Cristo, Luz de las Naciones, se puede promover la paz. No se puede vivir sometidos a las pasiones que generan la guerra y la desgracia.
Con los Magos, hemos de orar diciendo, ‘hemos visto su Estrella en el Oriente y venimos a adorarlo’; postrados adoremos al Niño que está en brazos de su Madre, abrámosle el cofre de nuestro corazón para que lo llene de su presencia.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay