Por Rebeca Reynaud
Esta pregunta me la hicieron hace poco: “¿Quién escribió sobre Adán y Eva?”. La historia viene en el Génesis. ¿De dónde procede el Génesis? De manuscritos antiquísimos de los israelitas y es palabra inspirada por Dios para nuestra enseñanza. Sus autores nos son desconocidos.
Los primeros tres capítulos del Génesis nos muestran que la creación fue un acto de amor de Dios hecho a propósito. Dios quiso el mundo para comunicar su bondad. Dios es amor y el amor es creativo, se da y da vida. Dios hizo el mundo como un regalo puro de su amor. Creó el mundo como su casa, como una especie de templo cósmico. El jardín es una imagen de un mundo que no es para el hombre una selva ni un peligro, ni una amenaza, sino su patria, que lo mantiene a salvo, lo nutre y lo sostiene (J. Ratzinger).
El mundo fue hecho para ser un lugar donde vivir en comunión con la gente que Él creó. El séptimo día señala que Dios acabó su trabajo, y ese día hace una alianza con las personas que creó. La “alianza” es el modo como Dios logra que su gente sea familia. En el séptimo día Dios hizo a Adán y Eva parte de Su Familia, escribe Scott Hahn. Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad, pero esto duró poco tiempo según la tradición hebrea.
El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su Creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento del Señor (CEC, n. 397).
Adán se prefirió a sí mismo; no quiere limitaciones de ningún tipo. Por la seducción del diablo “quiso ser como Dios”, pero “sin Dios”. La armonía con la creación también se rompe. El hombre comienza a construirse un mundo para sí mismo.
Adán y Eva cometieron el pecado original y esta caída es la que explica la debilidad en la inteligencia y en la voluntad. La doctrina del pecado original es “el reverso” de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres; todos necesitamos de salvación, y ella es ofrecida gracias a Cristo.
El relato de la caída (Génesis 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de la historia del hombre. La Revelación nos da toda la certeza de fe de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres (cfr. CEC, n. 390).
El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esa oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia (cfr. CEC, n. 386).
Esta realidad sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina, contenida en la Biblia y en la Tradición. Por eso es importante consultar la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Todos los niños nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, por eso necesitan un nuevo nacimiento en el Bautismo, para ser liberados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (cfr. CEC, n. 1250).
El primer hijo nacido con el pecado original, Caín, fue el primer asesino del mundo. Como Adán y Eva rechazaron la paternidad de Dios, sus hijos rechazaron la hermandad del hombre, simbolizada en las palabras de Caín: “¿Soy acaso guardián de mi hermano?” (Génesis 4,9). Pero también hay una semilla buena nacida de Adán y Eva: Set. Sus hijos son los primeros que dan culto a Dios, y que lo invocan por su nombre, en hebreo nombre se dice shem (Gén 4,26).
Génesis 6 relata que los descendientes de Set fueron seducidos por la belleza de las hijas de Caín y las tomaron por esposas. Tomaron más de una esposa, con lo que violan la santidad del matrimonio instituido por Dios en el paraíso. Los frutos de esa unión fueron hombres muy violentos llamados gigantes (Sab, 14,6; Baruch 3, 26-27).
Dios restaura el mundo con el diluvio. Hace una alianza con Noé y a través de él, con todos los seres vivientes (9,13).
Génesis 10 nos muestra el origen de las naciones y la genealogía del conflicto entre las dos semillas de Noé. Los descendientes de Cam constituyeron las grandes naciones enemigas del pueblo de Dios: Egipto, Canaán, Filistea, Asiria y Babilonia.
Abraham desciende de Sem. Shem significa “nombre” en hebreo. De la línea de Sem Dios suscita su pueblo elegido. Los judíos son semitas.