Por P. Fernando Pascual
El padre abad había recibido una carta que le impresionó. Aquel joven quería bautizarse, pero sabía que su bautismo podría implicar su muerte.
Venía de una familia que estaba fuertemente convencida de la verdad de su religión de origen. Sus padres y hermanos consideraban que el bautismo de aquel hijo sería una traición gravísima, que podría ser castigada incluso con la muerte.
El padre abad necesitaba ir ante el Señor, en la capilla, para abrir su alma y manifestar la terrible pena ante esta situación.
“Señor, sé que Tú viniste al mundo para mostrarnos el camino hacia tu Padre, para mostrarnos la misericordia divina, para ofrecer la paz verdadera.
Pero también nos hablaste claro, al anunciar que habías traído una espada, que en la familia llegarían a odiarse unos a otros (cf. Mt 10,34-36).
¿Cómo ayudar a este joven? ¿Qué puedo decirle? Sería un acto de cobardía, por mi parte, decir que no pida el bautismo: Tú le has inspirado la fe, y él está dispuesto incluso al martirio.
Sin embargo, ¿por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué hay personas que odian, incluso que asesinan, en nombre de su religión?
Me duele encontrarme con quienes viven en un fanatismo terrible, que les lleva a justificar la muerte de quien ha descubierto, en el Dios de los cristianos, al verdadero Señor de la historia.
Los mártires del pasado tuvieron una energía interior que vino de Ti. Por eso, también ahora necesitamos mirarte y decir, como ellos, que Tú eres el Mesías, que Tú nos has manifestado el rostro del Padre.
Señor, ayuda a este joven en este momento de su vida. Ayuda también a sus padres, familiares y conocidos, para que al menos tengan un gesto de humanidad y de respeto hacia quien opta por el cristianismo, aunque no compartan su decisión.
Ayuda a la comunidad y al sacerdote que van a atender a ese joven, para que tengan fuerza y confianza en Ti, y lleguen a esa decisión valiente que permita a un hijo tuyo recibir el gran regalo del bautismo.
Te lo pido, Jesús, en nombre de tu Madre, de los santos, y especialmente de los mártires, que prefirieron perder la vida temporal para alcanzar la vida verdadera, la que Tú ofreces a todo aquel que se abre a tu gracia y acepta, humildemente, tu Evangelio y tu Iglesia. Amén”.