Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Muchos se consideran cristianos ejemplares porque defienden ciertos principios éticos, como la defensa de la vida contra el aborto, el rechazo a la ideología ‘woke’, porque ‘hombre y mujer los creó’ o el empeño del bienestar del propio grupo étnico o del país, cerrado a la inmigración, e incluso, la defensa de la libertad religiosa.

Estos principios motivadores elevados a categoría propagandística y política están en un ámbito meramente natural, que están implicados en la fe cristiana, aunque no se puede atacar a las personas, pero no son suficientes para considerarse discípulo de Jesús de Nazaret.

Se puede recordar aquellas máximas latinas de ‘bonum ex integra causa, malum es quocunque defectu’, usadas por santo Tomás de Aquino (Quaestio Disputata de Malo), y que significarían en nuestro idioma, ‘el bien proviene de una causa integra, el mal de cualquier defecto’.

Por eso no se puede considerar plenamente cristiano a quien ignora las bienaventuranzas de Jesucristo Nuestro Señor, verdaderos criterios de discernimiento (Lc 6, 17.20-26) e incluso se podría tener un comportamiento anticristiano.

Jesús llama dichosos a los pobres, a los que pasan hambre, a los que sufren, los aborrecidos, los insultados y maldecidos por causa del Hijo del Hombre.

¿Por qué? Porque a quienes son marginados ocupan un lugar especial en el corazón de Dios y en el Corazón de Cristo, modelo y prototipo de las bienaventuranzas, porque no tiene dos túnicas, pasa hambre y además será rechazado y crucificado.

¿Por qué? Porque Dios Padre, que tiene entrañas de Madre, es su riqueza, su alimento, su consuelo y su defensa.

Por eso la vida de estos hermanos nuestros, es sagrada a los ojos de Dios y de Jesús, quien se identifica con ellos.

¡Qué pena que de mil maneras se oculta la justicia objetiva y plena, alimentando el autoengaño y la autojustificación!

Se tiene una perspectiva cultural, sociológica, de carácter meramente convencional: nuestro bienestar, nuestra seguridad, nuestro éxito.

El verdadero discípulo de Jesús debe tener compasión, defensa de los perseguidos, de los desvalidos, de los pequeños, de los que compendian en sí toda desdicha ahora, como son los hermanos inmigrantes.

San Lucas nos habla de las amonestaciones de Jesús que son verdaderas advertencias de maldición y condenación: a los ricos, a los satisfechos, a los que ríen, a los que son alabados.

¿Por qué? Porque tienen un bienestar, una alegría y alabanzas efímeras. Ya obtuvieron aquí y ahora su satisfacción y recompensa de todo lo que su corazón egoísta ha deseado, buscado y conseguido.

Minimizar la felicidad en la abundancia, no da razones últimas y plenas para vivir. Se podría llegar a una ‘pasión inútil’.

Ante la sociedad de la abundancia y del etnocentrismo xenófobo; como dice Byun Chul Han, ‘merodea el fantasma del miedo…abocados a escenarios apocalípticos como la pandemia, la guerra mundial o las catástrofes climáticas…’, en su obra reciente ‘El Espíritu de la Esperanza’.

Futuro en el cual se pierde la esperanza, con sentimientos de depresión y de angustia que ‘empujan a populismos de derecha’ (ibídem); miedo que ha sido siempre un instrumento de dominio.

‘La esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación mientras el miedo imposibilita la marcha’ (ibídem).

De aquí la importancia, perennidad y actualidad de la enseñanza de Jesús en las bienaventuranzas, verdaderos criterios de discernimiento para la vida presente y la eterna.

Nuestras situaciones de crisis, desde esta perspectiva, son ocasiones para vivir plenamente como humanos desde nuestra plena dignidad de personas cristificadas, para luchar, para sufrir, para esperar.

Podemos dejar atrás los espejismos de la autosuficiencia y autojustificación para disponernos humilde y sinceramente a anhelar a Dios, quien constituye en sí, el Cielo, ‘como la suma y perfecta posesión de todos los bienes sin mezcla de mal alguno’; reconocer que necesitamos de la misericordia de Dios y la orientación de Jesús, para ponernos en el camino de la esperanza, de la justicia, del amor y de la paz.

 


 

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