Por Jaime Septién

Cerca de 80 países en todo el mundo han implementado medidas para limitar el uso de teléfonos celulares en la escuela primaria y secundaria. Según la UNESCO, los teléfonos “inteligentes” limitan el rendimiento académico de los niños; además, otros estudios hablan de ciberacoso, depresión, sedentarismo, ansiedad, exposición a la pornografía, aislamiento social, suicidio y un enorme etcétera.

Como en tantos otros temas, en nuestro país estamos aplicando el mexicanísimo “ahí se va”. Por ello toma relevancia la iniciativa del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri González, para retener, repensar, en su caso prohibir el uso de celulares en las escuelas. La mera prohibición puede no ser efectiva. De hecho, la propia UNESCO exhortó a los gobiernos “a considerar cuidadosamente cómo se utiliza la tecnología en las aulas, poniendo énfasis en la necesidad de un enfoque centrado en el ser humano donde la tecnología sirva como herramienta en lugar de tener prioridad.”

Es ahí donde la iniciativa del gobernador Kuri González toma relevancia: llamar a las cosas por su nombre implica hablar directamente a la escuela y a los padres de familia a ejercer su autoridad con responsabilidad. Las cifras que maneja la iniciativa (y que son parte de los reportajes de interiores de este número de El Observador) si bien hablan de Querétaro, pueden ser extrapoladas a todo el país: estamos dejando que, en nuestros niños, la tecnología sea prioridad.

Ya se sabe que “la ley no hace al hombre bueno”. Hay que acompañar esta iniciativa con una fortísima campaña de persuasión. Padres y maestros deben entender que lo que se está jugando es algo muy serio: dejar el alma de la infancia –esa alma que la mayoría recordamos con extraordinaria viveza—en manos de los mercaderes no será una buena opción. Más bien, será la peor de todas.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de marzo de 2025 No. 1547

Imagen de Dayron Villaverde en Pixabay

 

 


 

Por favor, síguenos y comparte: