Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC

Parece que nos es difícil, muy difícil, por no decir imposible de entender, que Dios nos tome amorosamente en serio, a tal grado que nos considera, así como suena, dignos de la pasión, de la muerte y de la resurrección de su Hijo, Jesús, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero, engendrado por el Padre. El Padre en el Hijo y el Hijo mismo nos hace la ofrenda de su misma vida.

El Viernes Santo muere Jesús en la Cruz, como el último acto de su pasión dolorosa: “ ‘Todo se ha cumplido’. E inclinando la cabeza entregó el espíritu” (Jn 19, b30).

Su pasión dolorosa y cruenta fue precedida del sacramento de la Eucaristía, él mismo, verdadera Pascua de la última y definitiva Alianza. Se pone en nuestras manos, para que su inmolación de amor y entrega total, nos llegue a todos, trascienda los espacios y el tiempo, hasta su segunda venida gloriosa, en la consumación de la Historia.

La Pascua es fiesta familiar de Israel, celebrada en la casa, cuyo cordero habría de ser sacrificado en el Templo.

Cada año Israel por pascua, peregrinaba a la Ciudad Santa de Jerusalén, para revivir el gozo de la liberación de la esclavitud de Egipto y entender su propia identidad como pueblo de Dios.

Los mismos peregrinos podían establecer asociaciones de peregrinos o ‘chaburot, por las que en aquella noche se constituían en la casa y familia de la Pascua.

Así nosotros somos ‘chaburah’ de Jesús, sus amigos peregrinos, su Casa y Familia que celebramos su Pascua, como Cordero inmolado y resucitado y recorremos el camino de la vida en él mismo Jesús Evangelio y Pascua viviente, hasta la Casa del Padre, prolongando en nuestra existencia, en nuestra carne y  en nuestra sangre, su Pascua, por la entrega total hasta el último aliento, hasta que todo esté cumplido.

En Cristo, por Cristo y con Cristo, nuestra Pascua, Alianza de comunión, hemos de combatir las fuerzas oscuras del egoísmo que se dan en el corazón humano; así nos oponemos al caos que día a día amenaza la Paz, que hemos recibido de él,-Shalom lahenu.

Renovemos contemplativa, sacramental y vitalmente la Pascua de Jesús, en la Iglesia y con la Iglesia, Nuestra Casa, Nuestro Hogar, nuestra Familia, en comunión gozosa y de amor con la Santísima Virgen María.

 

Imagen de Karen .t en Pixabay


 

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