Por P. Fernando Pascual
Existen diversas maneras de corregir y llamar la atención a quien necesita una ayuda para mejorar su vida.
Una consiste en subirnos a un pedernal para humillar al otro, para echarle en cara acciones y actitudes que merecen una fuerte corrección.
Otra consiste en avanzar serenamente desde un análisis de los hechos, con espacio para que el interesado pueda defenderse, si lo desea, y abrirse a modos concretos de ayuda.
La primera manera puede dar la impresión de un desahogo, donde la rabia y el “justicialismo” desbordan en palabras que aplastan al corregido.
La segunda manera, en cambio, busca un modo equilibrado de acoger al que ha fallado, desde el respeto de su dignidad, y sin ocultar lo que ha sido hecho o dicho contra la justicia.
Quien ha cometido un fallo, quien ha faltado al respeto a otros, a veces no reconoce del todo su error, o incluso puede tener algunos atenuantes que vale la pena tener presentes.
Si encuentra ante sí dedos acusadores, palabras tajantes, amenazas (de despido de trabajo, de ser expulsado de un grupo, incluso de prohibición de entrar en casa), sentirá un peso enorme y sufrirá una pena que se añade ya a su culpa.
Es cierto que algunas personas parecen incorregibles, o se muestran altaneras, o no son capaces de recapacitar ni de pedir perdón por actitudes negativas que hacen tanto daño.
Pero esas personas, que necesitan ser corregidas, tal vez perciban, en un reproche sereno, acogedor, incluso abierto a posibles réplicas, un respeto y un cariño que tanto ayuda en las relaciones humanas.
El mundo está lleno de gritos, de reproches, de odios, de desahogos que muchas veces solo sirven para empeorar las relaciones y no ayudan a conseguir una verdadera conversión.
Si aprendemos a decir las cosas de otra manera, si buscamos ofrecer una corrección desde actitudes de afecto y con un sincero deseo de ayudar, lograremos que nuestras palabras sean un pequeño bálsamo que, esperamos, ayuden a quien necesita emprender un camino de cambio para su propio bien y el de quienes lo amamos sinceramente.