Por Jesús Colina

Los cinco motivos por los que creyentes y no creyentes recordarán en el futuro el pontificado de Jorge Mario Bergoglio.

Desde su elección en 2013, el Papa Francisco ha marcado un antes y un después en la historia de la Iglesia católica y en el escenario internacional. Con un estilo pastoral cercano, una agenda centrada en los más necesitados y una visión profética ante los grandes desafíos del mundo, su pontificado ha sido una mezcla de renovación espiritual, reformas internas y un compromiso valiente con la justicia social y el cuidado de la Creación.

Al mirar hacia el futuro, estos son los cinco motivos por los que el mundo recordará en las próximas décadas a Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano.

1. El Papa de la misericordia y la cercanía

Uno de los legados más duraderos de Francisco será su insistencia en una Iglesia que sepa acoger, sanar y acompañar. Desde su primera aparición en el balcón del Vaticano, cuando pidió humildemente que el pueblo orara por él antes de impartir la bendición, quedó claro que su estilo sería distinto. No solo rompió protocolos, sino que dio un giro al tono del liderazgo papal.

Francisco ha promovido incansablemente una Iglesia de puertas abiertas. En su célebre exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), llamó a todos los católicos a ser “una Iglesia en salida”, que prefiera “accidentarse por salir a la calle” antes que encerrarse en el propio orgullo, lo que él llamaba la “autorreferencialidad”.

Su llamado no fue sólo retórico: visitó cárceles, lavó los pies de mujeres y musulmanes en Jueves Santo, abrazó a enfermos, escuchó a los marginados y ha viajado a las periferias del mundo, tanto geográficas como existenciales.

Por este motivo, ante todo, Francisco será recordado como el Papa que puso la misericordia en el centro del mensaje cristiano. Más allá de doctrinas y normas, enseñó al mundo una lección profundamente evangélica: “La lógica de Dios es la lógica de la misericordia”.

2. Reformador de la Iglesia

Aunque la reforma de la Curia Romana ha sido compleja y llena de resistencias, no puede negarse que el Papa Francisco ha iniciado procesos que marcarán el futuro de la Santa Sede y la Iglesia en general. Desde el principio, entendió que la credibilidad de la Iglesia pasaba por su capacidad de autocrítica, transparencia y modernización de sus estructuras.

Uno de los pilares de su reforma fue la lucha contra la corrupción financiera en el Vaticano. Creó el Consejo de Economía, el organismo de control financiero más importante en la historia reciente del Vaticano, y nombró laicos con experiencia para supervisar estas tareas. Bajo su impulso, se reorganizó el Instituto para las Obras de Religión (el conocido “Banco Vaticano”), se implementaron auditorías externas y se aplicaron medidas contra el blanqueo de dinero. También introdujo cambios significativos en la estructura pastoral, como la creación del Consejo de Cardenales (el llamado “C9”) para asesorarle.

Pero su gran contribución a la reforma de la Iglesia universal se define con una palabra: “sinodalidad”. La sinodalidad, según Francisco, no es democracia eclesial. Se trata más bien de un modo de ser Iglesia basado en la escucha, el discernimiento comunitario y la participación activa de todo el Pueblo de Dios. No es solo un evento o una serie de reuniones, sino un camino: una forma de vivir la fe juntos.

Para Francisco, la sinodalidad significa caminar juntos (del griego “camino compartido”). Es una Iglesia donde todos tienen voz, no sólo el Papa o los obispos, sino también los laicos, las mujeres, los jóvenes, las personas marginadas… “¡todos, todos, todos!”.

3. El cuidado de la Casa Común

Pocos líderes mundiales han tenido un impacto tan profundo en el debate ambiental como el Papa Francisco. Su encíclica Laudato si’ (2015) fue mucho más que un documento eclesial: fue un llamado urgente a toda la humanidad para repensar su relación con el planeta. Inspirándose en el santo que asumió por patrono, san Francisco de Asís, propuso una “ecología integral”, que no separa el cuidado de la naturaleza del cuidado de los pobres y de la justicia social.

Francisco no se limitó a señalar el cambio climático como una amenaza científica, sino que denunció su raíz en un modelo económico depredador, en la cultura del descarte y en la indiferencia global ante los más vulnerables. Laudato si’ inspiró a científicos, líderes religiosos, movimientos sociales y políticos de todo el mundo. A través de ella, el Papa puso a la Iglesia católica en el centro del debate sobre el futuro del planeta.

En 2023, profundizó esta visión con Laudate Deum, una exhortación que reitera la urgencia de actuar. Francisco será recordado como el líder espiritual que supo interpretar los signos de los tiempos y llamar, a la luz del Evangelio, a una conversión ecológica integral en un mundo en crisis.

4. Defensor incansable de pobres, migrantes y descartados

Desde las villas miseria de Buenos Aires hasta los campos de refugiados en Lesbos, Francisco nunca dejó de recordar que los más frágiles son el centro del Evangelio. En un mundo marcado por el individualismo y la indiferencia, su insistencia en poner a los pobres como prioridad no fue una consigna, sino una práctica constante.

Denunció el sistema económico global como “una economía que mata”, criticó el armamentismo, la cultura del descarte, el cierre de fronteras y el racismo. En su encíclica Fratelli tutti (2020), propuso la fraternidad universal como antídoto frente a las divisiones y polarizaciones contemporáneas. En ese documento, afirmó con contundencia que “nadie se salva solo”.

Sus viajes a lugares olvidados (como Sudán del Sur, Myanmar, Irak o la frontera entre México y Estados Unidos) fueron gestos proféticos que interpelaron a los poderosos. Francisco se convirtió en la voz de los sin voz, abogado de migrantes, defensor de víctimas del tráfico humano, poniendo así un rostro humano a las estadísticas.

5. Puente entre mundos, Papa del diálogo

En tiempos de creciente polarización y conflictos internacionales, Francisco actuó como un incansable constructor de puentes. Promovió el diálogo interreligioso como nunca antes: visitó al mayor representante espiritual en el mundo islámico, el Gran Imán de Al-Azhar, firmó el Documento de Abu Dabi sobre la fraternidad humana, viajó a países de mayoría musulmana y tendió puentes también con el judaísmo y otras confesiones cristianas.

Francisco fue el primer Papa en visitar la península arábiga, un gesto que sería impensable décadas atrás. Insistió en que las religiones deben ser aliadas para la paz, no armas de guerra. También medió en procesos políticos delicados, como la reanudación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en 2014, o en conflictos latinoamericanos.

Su insistencia en el desarme nuclear, la condena de la guerra en Ucrania y su crítica a la lógica bélica del mundo moderno lo consolidaron como una autoridad moral global. En un tiempo donde abundan muros y nacionalismos, Francisco ofreció una alternativa de diálogo, encuentro y construcción de la paz.

El Papa Francisco no será recordado sólo por lo que dijo o hizo, sino por cómo lo dijo y cómo lo hizo. Su lenguaje sencillo, sus gestos espontáneos, su sonrisa franca y su capacidad de tocar el corazón de creyentes y no creyentes lo convirtieron en una figura querida y respetada en todo el mundo.

Francisco no pudo resolver todos los desafíos de la Iglesia. La lacra de los abusos en la Iglesia requerirá todavía el compromiso de su sucesor. Pero sí puso en marcha un estilo de liderazgo espiritual profundamente humano, capaz de inspirar a millones de personas. Como él mismo dijo: “El tiempo es superior al espacio”. Francisco sembró semillas que florecerán en el futuro.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de abril de 2025 No. 1555

 


 

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