Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Joseph Ratzinger, -nuestro querido y admirado Benedicto XVI, de feliz memoria, en su obra ‘Introducción al Cristianismo’ valorada por Olegario Gonzáles de Cardedal como la mejor obra de teología contemporánea, por ser profunda y sintética, nos ayuda en parte a calibrar nuestro contexto histórico, de grandes confusiones, manipulaciones y relativismos.

Así, la visión antigua y medieval, todo ente es logos, -‘verum est ens’, nos introduce en lo sensible e inteligible. Con la Ilustración francesa y el Aufklerung alemán se orienta la preocupación en la dimensión antropocéntrica, subjetiva, racionalista e idealista, con la acentuación de Gianbattista Vico (688-1744).

Con Karl Marx se da otro paso en la deconstrucción cultural: ‘verum quia faciendum’, es decir, solo es verdadero lo que se transforma; la verdad es praxis. Conocemos los desenlaces trágicos, al final propicia una visión y políticas economicistas-colectivistas; diríamos del mismo cuño del capitalismo salvaje, solo que éste individualista y egoísta.

Tendremos los posicionamientos del positivismo científico-tecnológico que ultra valora el método matemático; todo se pesa, todo se mide, todo se cuantifica.

Podemos añadir la visión de Giovanni Sartori del ‘homo videns’; la verdad es la que se percibe en los medios masivos o digitales: televisión, cine, internet. Diríamos, ‘verum quia visum’. La verdad es esa que se ve, que venden los medios. Todo esto nos puede llevar al nihilismo, a la indiferencia infame y vacía. Así se llega a la ‘sociedad líquida’ de Zygmum Bauman.

El ser humano que pierde la esperanza y se encuentra próximo al desastre antropológico.

Cobra actualidad el dicho de Heidegger el hombre como ‘ser para la muerte’ o el de Sartre, ‘la vida como pasión inútil’. Parece que el espíritu de Caín errante campea en la cultura también de nuestro tiempo, Caín que asesino la esperanza como lo describe Emma Godoy en ‘Caín el hombre’: “La cultura fue el ídolo espiritual y titánico labrado a cincelazos de desesperanza…El Dios de Caín se llama ‘el-no-llegar’ “.

Podemos sumar la visión del filósofo coreano Byung Chul Han, sobre la hiperculturalidad y la hiperinformación, que han llevado a prescindir de preguntas fundamentales, sobre el misterio de la persona y el misterio de Dios.

En este contexto contemporáneo hemos tenido grandes y extraordinarios papas, de gran calado como el Papa León XIII, los Píos IX, X, XI, XII, san Juan XXIII, san Pablo VI, san Juan Pablo II, el Papa Francisco y nuestro novel, León XIV.

Papas que no han estado exentos de sus respectivos calvarios y cruces.

El Papa Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, tiene la misión de ‘apacentar a la grey del Señor’.

El Papa León, en este nuestro contexto confuso y polarizado, de grandes vacíos y violencias, será el ‘Buen Jesús en la tierra’. Como Jesús Buen Pastor, dará la vida por las ovejas, como todo pastor-obispo y presbítero hemos de dar la vida eterna ( cf Jn 10, 27-30) para que no perezcan jamás. Como Jesús conoce al Padre, en el Padre conoce y ama a todas las personas, sin excluir a nadie, salvo el que se autoexcluye. Implica la misión del Buen Pastor encarnada en el corazón de los pastores, la relación interpersonal de conocimiento y de amor, de cercanía.

El sacramento del orden, el Obispo de Roma, los obispos y presbíteros, nos hace participar del misterio de Cristo Pastor; por eso existencialmente lo tenemos que ser, de corazón y de vida. Vivir con Jesús y en Jesús, Eucaristía, para ser el sacramento de la Comunión, por supuesto con la conciencia y la humildad de que ‘todo es gracia’ como lo enseña el Doctor de la Gracia, San Agustín. Gracia que es amor, gracia que es misericordia.

Los pastores en la Iglesia hemos de ser conscientes, delicados y atender aquella palabra de Jesús, ‘quien los escucha a ustedes, a mí me escucha’ (Lc 10, 16). Nuestro ministerio es propiciar gratamente esa ‘escucha’ del Señor Jesús, quien es el Logos-Verbo- Pastor. Tenemos la magnífica tarea de ser la ‘voz’ del Buen Pastor. No tener miedo de proclamar siempre, aún en circunstancias adversas, el Evangelio de Jesús. El mismo Ratzinger afirmó: ‘existe derecho para actuar inmoralmente, pero la moralidad misma no tiene derechos’.

El Papa, los Obispos, y presbíteros, debemos ser conscientes de aquella advertencia de san Pablo en los Hechos de los Apóstoles: ‘Cuídense ustedes mismos y cuiden el rebaño sobre el cual el Espíritu los constituyó guardianes, encargados de apacentar la Iglesia que Dios adquirió por medio de la sangre de su propio Hijo’ (20, 28).

La misión del Buen Pastor encarnada en los pastores, hemos de ofrecer ‘la vida eterna’, que consiste en conocer a Jesucristo, ya desde ahora en el tiempo, con todas sus implicaciones, de dar aliento y esperanza, de trabajar por la paz fruto de la justicia, de atender los que no tienen pan ni cultura.

Seguiremos los pasos de Cristo, en el Buen Pastor el Papa León XIV. Apoyaremos la Comunión en la fe, en la caridad, en la esperanza, con él ya que él la tiene como su principal responsabilidad. Atenderemos a sus enseñanzas para defender la dignidad de la persona humana de valor infinito y trascendente.

‘Sígueme’, es la primera y última palabra de Jesús a Pedro (Bonhoeffer).

Que el Papa León nos ayude a seguir a Jesús, fieles y eclesiásticos, porque ‘con ustedes soy cristiano, para ustedes soy su obispo’ (san Agustín), recordado por el mismo Papa.

‘Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen’,-dice Jesús. En el Papa seguimos a Jesús, a ningún gurú. Ese es nuestro entusiasmo, ese es nuestro gozo, ese es nuestro empeño: pastores según el Corazón de Jesús que nos den la vida eterna feliz y gozosa de la Comunión con el Tú divino y el tú humano.

 
Imagen de István Kis en Pixabay


 

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