Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 20 de julio de 2025

No hay duda de que una de las cosas que más nos gustan a los seres humanos es recibir visitas que nos hacen felices por el hecho de compartir y, sobre todo, si hay un regalo de por medio.

Génesis

Es impresionante que Dios, a través de la historia de la humanidad, suele presentarse de una u otra manera en el momento más inesperado. Abraham está en el campo y de repente se presentan tres personas ante él. Si examinamos a fondo en la interpretación de los Santos Padres es fácil descubrir en aquellos tres personajes a la Santísima Trinidad que viene a ver y a regalar a Abraham.

Apenas los ve el anciano generoso les pide, por favor, que se queden con él y les ofrece una comida al estilo del campo.

Ordena a su mujer que prepare una hogaza de pan. Busca el mejor ternero y lo hace guisar. Añade al banquete cuajada y leche.

Los visitantes se alimentan y demostrando la divinidad que representan hacen una promesa al hombre anciano casado con mujer estéril:

«Cuando vuelva a ti dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».

Este era el mejor regalo que podían hacerle a Abraham que temía que su heredero fuera su siervo y no un hijo propio.

Salmo 14

Parece distinto del tema que viene tratando la liturgia, pero es evidentemente su complemento. Así pregunta el salmo:

«¿Quién puede hospedarse en tu tienda?».

Ahora no se trata de Dios que ingresa a la casa, sino de pensar en quién puede ser digno de recibir a Dios en su casa.

El salmo presenta una serie de condiciones que se convierten en puertas para entrar en el seno de Dios:

La honradez y práctica de la justicia, tener buenas intenciones y no calumniar, «el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino… El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente…».

San Pablo

Por su parte, el apóstol, nos da a conocer cómo ha profundizado en el conocimiento de Dios para poderlo compartir a todos:

«Nosotros anunciamos a ese Cristo, amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría para que todos lleguen a la madurez en su vida, en Cristo».

El plan de Dios es siempre tener las puertas abiertas para quien lo busca con sinceridad.

Verso aleluyático

Alaba a los que tienen un corazón noble y generoso guardando la Palabra de Dios y permitiéndole dar el fruto que lleva consigo esta Palabra.

Evangelio

Es maravilloso.

Ahora no es la Santísima Trinidad la que visita sino Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que entra en casa de Marta. Lo han invitado para comer con los suyos y todos se dedican a gozar de su presencia.

Marta, la dueña de casa, se preocupa por preparar los alimentos para Jesús y sus acompañantes.

La señora tiene una hermana que no solo no la ayuda, sino que, sentada a los pies de Jesús, está fascinada por su palabra.

En un momento determinado Marta se queja ante el Señor diciéndole:

«¿Señor, no te importa que mi hermana me haya dejado sola en el servicio? Dile que me ayude».

Jesús, por el contrario, rechaza más bien la actitud de Marta «que está inquieta y nerviosa con muchas cosas» y alaba a María que en su actitud de escucha ha escogido la mejor parte.

El Señor no se queja del trabajo de Marta porque de su trabajo se van a alimentar todos, sino más bien por el estar inquieta y nerviosa por las cosas externas, sin preocuparse por las palabras de vida eterna que trae el divino huésped.

En este día que la liturgia nos habla de distintas visitas, examinamos con sinceridad si realmente nos preocupamos de la visita que Dios puede hacernos, incluso a diario, por medio de la Eucaristía, y estar pendientes de sus labios como María estaba en su casita de Betania.

 
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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