Por P. Fernando Pascual
En las conversaciones en familia o entre amigos, en las redes sociales, en escritos periodísticos, se hace muy presente un fenómeno antiguo y nuevo: pensar, hablar y escribir desde las emociones.
Así, tras la noticia de una masacre de niños, miles de ideas y palabras reflejan la rabia de quienes condenan firmemente una acción tan execrable.
Otras veces las emociones y los sentimientos surgen y se avivan al ver la incoherencia de ciertos políticos, o la impunidad de algunos corruptos, o la dejadez de funcionarios públicos ante problemas que afectan a la gente.
El ser humano no piensa ni habla desde una racionalidad pura y desencarnada. Lo hace desde sus diversas dimensiones, entre las que la vida emotiva juega un papel enorme.
Ocurre, sin embargo, que algunas emociones arrastran a la inteligencia hasta formular afirmaciones que no tienen fundamento real y que nunca formularíamos si pensáramos de modo reflexivo y abierto.
Es cierto que incluso quien presume de tener una “mente fría” y una enorme capacidad analítica, recibe el influjo de la vida emotiva en sus pensamientos más imparciales y objetivos.
Pero también es cierto que en una gran cantidad de comentarios que oímos o que leemos en redes sociales se desvela una rabia y una emotividad que aleja a las personas de un mínimo de sentido crítico y de reflexión seria.
No podemos vivir bajo un influjo excesivo de emociones y sentimientos hacia temas sencillos, como el modo de organizar las vacaciones en familia, o complejos, como la decisión sobre qué sería adecuado para superar una crisis económica.
Lo que realmente nos ayuda, a la hora de reflexionar correctamente sobre cualquier tema, es reconocer nuestros estados anímicos, nuestros prejuicios favorables o contrarios, para luego esforzarnos por identificar los diferentes aspectos que permiten comprender mejor ese asunto que ahora estamos considerando.
No podremos, ciertamente, superar del todo el influjo de rabias, o de alegrías, o de miedos, o de pesimismos, o de simpatías, que siguen allí, mientras buscamos ver mejor este asunto que ahora afecta a la familia o a la sociedad.
Pero al menos nos pondremos en camino para que nuestra racionalidad se mantenga abierta y disponible ante las diversas opciones y los comentarios que nos lleguen de quienes, como nosotros, aspiran a una mejor comprensión de la verdad sobre el tema que ahora abordamos.
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