Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro

❶. Con ocasión de la inundación y pérdidas humanas de hermanos texanos recientemente acaecida, apareció en la televisión un personaje autoritario, amenazando a Dios y prometiendo que, si fuera indocumentado, a él también expulsaría de su país. De inmediato vino la respuesta religiosa interpretando el desastre ocurrido como castigo divino por la blasfemia.

❷. Preguntaba el recién llegado párroco al sacristán quién había sido el responsable de que una escultura del Sagrado Corazón estuviese arrumbada, con el pecho perforado a balazos, allí en la bodega parroquial. Le contó el sacristán que el templo había estado ocupado por la tropa revolucionaria, y que el general, al enterarse de que esa imagen venerada “era Dios”, retó a duelo a su presunto enemigo, desenfundó su pistola y disparó. Nadie respondió. Su señor padre servía también como sacristán en aquel entonces y, ya en casa, contó a su familia lo sucedido. Sus familiares lo interrogaron sobre aquel silencio, y él comentó: “¿Creen ustedes que Dios iba a cumplirle el gusto a ese señor?” Esta lacónica respuesta fue una gran lección.

❸. Dios no está para cumplirle los gustos a nadie. Mucho menos para castigar por encargo. Ante Dios podemos tener tres clases de actitudes: Como esclavos, y así lo fueron y son muchas religiones naturales, paganas; como mercenarios, es decir, por interés de alguna ganancia o compraventa: te doy para que me des; y como hijos, una actitud filial, por amor como nos enseñó Jesús; esta es obra del Espíritu Santo en nosotros. La Biblia abunda en hechos semejantes, que debemos discernir.

❹. Muchos de los que llamamos “castigos” de Dios son consecuencias de nuestra ignorancia o irresponsabilidad. Así explicaron el caso arriba citado, pues la expulsión de migrantes escaseó el personal de prevención. En estos casos hay una responsabilidad moral, es decir, respecto a Dios. Nadie puede lesionar directamente a Dios, sino que lo ofende en su imagen viviente, el ser humano, y también a la creación. El pecador se daña a sí mismo, según lo dice rudamente el dicho popular: “Quien escupe al cielo en la cara le cae”; o también el otro que explica: “Dios castiga sin palo y sin cuarta”, pues estos castigos nos los proporcionamos nosotros mismos por nuestra insensatez. Sabiduría elemental es aceptar que somos hechura de Dios creador, cuyas leyes -mandamientos y ley natural- debemos acatar. Dos libros recibimos para adquirir este saber: La Biblia y la Creación. Ambas invitan al hombre a integrar su racionalidad con su fe.

❺. Este es el verdadero humanismo. Así se articula sabiamente el ser humano según el proyecto omnicomprensivo de Dios. Las religiones naturales, grandes o menores, contienen elementos apreciables, acompañados de numerosas deficiencias, aunque muchas sean inculpables. Esta noble intención choca con la realización contraproducente: sacrificios humanos, mujeres descuartizadas, prostitución sagrada, menosprecio de la dignidad humana; rituales macabros: esqueletos, calaveras decoradas para el culto al autor de la muerte, el Diablo. Algunos rituales, leyendas, mitos, esculturas y templos suelen contener valor histórico, antropológico y artístico respetable, pero insuficiente para justificar su culto y sostener el llamado “nuevo humanismo”. Hablando en corto: ¿Qué es más “humano”, un acueducto que calma la sed, da vida y salud a un pueblo, o una pirámide donde se inmolan seres humanos? Asunto de vida o muerte.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de julio de 2025 No. 1568

 


 

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