Por Rebeca Reynaud

Apapachar es una de las palabras más bellas en español. Es una palabra que América Latina regala al mundo entero. Es mucho más que abrazar, que estrechar los brazos. Es más tierna que besar, es algo que incluye el alma y el corazón. Es acariciar con el alma.

El Cardenal Juan Luis Cipriani considera que la mujer, en el designio de Dios, es más fuerte que el hombre si cumple su rol. Y continúa: “También le pediría a Dios, de manera especial, por la fidelidad, para que nunca la mujer sea usada, porque tiene todas las dignidades y todas las posibilidades de trabajo, pero siempre debe recordar que su primer trabajo es su casa”.

El Cardenal Cipriani aseguró que “necesitamos mujeres fuertes, valientes, no como grupo frente a los hombres, sino poniendo ese ingrediente que Dios les ha dado para que este mundo sea más grato, más amable, más generoso”. Y a las madres abandonadas o las madres que tienen dificultades en su hogar, les digo que la Iglesia, la Virgen María y Jesús te dicen en la oración: ánimo, lucha, esfuérzate, no te abandones. En la realidad que vives, Dios te ama”.

Las dificultades en la vida conyugal surgen cuando falta comunicación, o el amor y la entrega en la pareja, “porque el que ama, aunque hayan dificultades o tenga un sol en el bolsillo, no abandona jamás a la persona amada. Pero cuando se ama por otros motivos, basta un pequeño temblor y se lleva eso que no era amor”. La maternidad refleja “el rostro del amor incondicional de Dios”.

La experiencia de la inmensa capacidad de la mujer para ofrecer a sus hijos un amor gratuito e incondicional es lo que más se aproxima en la tierra al amor de Dios.

Los expertos nos dicen que, para que una persona descubra su dignidad, para que se sienta único y valioso, debe experimentar primero el amor gratuito.

“Un amor que no tiene ninguna otra razón que el ser amado, que no se preocupa de riquezas, títulos, influencias etc. Ese es el tipo de amor que siente el niño de parte de su madre. Antes de tener bienes propios, cuando sólo tiene necesidades, la madre lo ama con un amor incondicional. Esta es la primera escuela de dignidad de cada ser humano y el primer impulso para aprender a amar”, agregó el vicario.

La madre enseña a sus hijos a hablar y caminar y los abre a un mundo acogedor que es don de Dios. En esas tareas sencillas y cotidianas, va moldeando su corazón de niño. Tal vez, sin darse cuenta, está mostrando el rostro de Dios.

 
Imagen de Jupi Lu en Pixabay


 

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