Por Cecilia Galatolo

Hubo un tiempo en el que los teléfonos celulares servían para hacer llamadas. Una afirmación obvia, si no fuera porque hoy en día realizan decenas y decenas de otras funciones.

Intentemos recordar las actividades para las que utilizamos nuestros smartphones de la mañana a la noche: despertador, mensajes personales, correos electrónicos de trabajo, recordatorios, entretenimiento, álbumes de fotos, aplicaciones bancarias.

Nuestras vidas corren el peligro de quedarse encerradas en esos diez centímetros cuadrados. Aunque, por un lado, no podemos dejar de reconocer la comodidad de tener todo en uno dentro de un bolsillo, también debemos admitir que, a veces, tenerlo se hace pesado. Nos oprime en lugar de facilitarnos la vida.

Cuando el celular se hace demasiado cargante

Estás en una cena con amigos. Podrías estar contándoles cosas y poniéndolos al día, bromeando, recordando momentos vividos juntos, pero en lugar de eso se distraen constantemente con las notificaciones de su red social. A la espera de disfrutar del plato que has pedido, compruebas las notificaciones, pero mientras tanto, te encuentras -casi sin darte cuenta- moviéndote por tu página de inicio. Te encuentras con el último vídeo de tu página favorita. Te distancias. Puede que brevemente, puede que no.

Este tipo de situaciones afectan generalmente a los adolescentes, que tienen más dificultades para autorregular su comportamiento, pero el celular, que hoy nos permite estar conectados a internet a todas horas, puede convertirse en un estorbo en cualquier etapa de la vida y dentro de cualquier relación. Baste decir que, de media, una persona duerme ocho horas de cada veinticuatro; pues bien, casi tantas, 6.40 horas para ser exactos, pasamos -estadísticamente hablando- conectados a internet. Todos los días. Datos del Informe Digital 2024 afirman que, a nivel global, pasamos una media de 400 minutos al día por usuario en línea: el mundo pasa un total de 780 trillones de minutos utilizando internet en un año, lo que equivale a casi mil 500 millones de años de existencia humana colectiva.

Deberíamos preguntarnos si todas esas horas pasadas en internet son realmente lo que necesitamos o, más bien, si algunas de ellas nos han alejado ya de actividades más urgentes, útiles y edificantes.

El smartphone: el tercero en discordia en la vida de pareja

Si están comprometidos o casados, se preguntarán si el celular, utilizado por él, por ella -o por ambos, pero por separado- no les ha quitado, a veces, tiempo de calidad en sus salidas, veladas, paseos. El teléfono, con su incómoda presencia, a veces también corre el riesgo de tapar silencios que deberíamos tener el valor de afrontar; amortigua problemas y aplaza discusiones. El teléfono celular se convierte, en algunos casos límite, en un escudo con el que nos protegemos de las relaciones reales.

Sin embargo, aislarse y alienarse, sobre todo si se ha elegido compartir la vida con otra persona, nunca es la solución. El celular nos anestesia, pero no nos resuelve los problemas. Sea cual sea su situación de pareja, prueben dejar el teléfono todas las noches durante una semana y cualquier otra pantalla similar, como la televisión y las tablets, a ver qué pasa.

Puede que se encuentren riendo como hacía tiempo que no se reían, tal vez, se den cuenta de que ha llegado el momento de decirse a la cara lo que llevaban meses guardándose.

La responsabilidad de las pantallas como padres

En un artículo publicado en nuestro portal, Lucrezia Scotellaro señalaba: “Cada vez más, las familias se han convertido en entornos multipantalla, donde conviven al menos un televisor, un smartphone, una tablet, una computadora y una consola. Esta realidad está transformando aspectos importantes de la vida familiar”. Siguiendo esta premisa, informó de los resultados de una encuesta encargada por empantallados.com, una plataforma para padres y madres, creada para promover el acompañamiento educativo en el mundo digital. Scotellaro se centró en el importante papel que tienen los padres en la mediación entre sus hijos y la tecnología. “Este acompañamiento debe basarse en la confianza y la seguridad de quienes tienen claros sus criterios de actuación, y esto implica advertirles de los riesgos de Internet, aprovechando las oportunidades que ofrece la propia tecnología”.

Para enseñar a los niños el uso correcto de los teléfonos móviles y de Internet, es esencial un comportamiento correcto. No hay norma que se implante en el corazón de los jóvenes sin un testimonio creíble y el compromiso de los adultos. Establezcamos reglas que sigamos todos, por ejemplo, nada de móvil en la mesa, y dejemos el móvil a un lado durante determinadas actividades, como jugar con niños pequeños.

Crece el interés por la educación digital

A la pregunta de la encuesta de Gad3 encargada por empantallados.com y comentada en el artículo anterior, “¿cómo de preparados se sienten los padres para afrontar el reto de las nuevas tecnologías?”, hasta un 60% respondió que le gustaría saber más sobre la educación digital de sus hijos, aunque un 9% reconoció sentirse desbordado por el problema y aseguró haber tirado la toalla.

Estos datos apuntan a un interés y un deseo de saber más sobre el potencial y, al mismo tiempo, los peligros de la tecnología. Desde esta plataforma, seguimos defendiendo que nunca es tarde para empezar a trabajar en la dieta digital de tu familia.

Entre las soluciones que propone el artículo en cuestión, y que citamos a continuación, está la de evitar las ocasiones de conexión. “Cuando el uso de las pantallas se vuelve excesivo- dice-una forma de “desintoxicarse” podría ser dejar los dispositivos lejos de la mesa del comedor, para fomentar el diálogo en la sobremesa; fuera del dormitorio, para

evitar dormirse tarde y con el móvil en mano; en el coche evitar el wifi, para aprovechar el trayecto como momento de debate y confrontación; o dejar el móvil “aparcado” fuera de la habitación durante la hora de estudio, para evitar distracciones”.

Artículo publicado originalmente en www.familyandmedia.eu 

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de septiembre de 2025 No. 1574

 


 

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